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Tuesday, July 13, 2010

Camino al paraíso

Habíamos leído que los viajes en bus podían ser complicados. Por ejemplo, el tramo entre Laos y Vietnam había sido descripto como “de la muerte”. Nuestras experiencias en los bondis en Vietnam y Camboya, lejos de haber sido cómodas e inodoras, no fueron para nada terribles. Siempre salieron y llegaron a horario, aire acondicionado, en todos los tramos el servicio contó con un simpático aeromozo.

El último destino juntas era el sur de Tailandia, lugar que en mi mente se acercaba al paraíso.
17.40 llegamos a la agencia de viajes donde nos buscarían para salir hacia Phuket. El micro salía a las 18, parábamos a las 4 am en no sé dónde, cambiábamos de bondi, a las 9 am llegábamos a Phuket. La idea de levantarnos a las 4 am para cambiar de bondi no nos encantaba pero no era dramático y obviamente, no teníamos mucha voz en la cuestión.
18:00, sentadas en la agencia, nada. Un tipo nos vino a buscar a las 18.20 y nos hizo meter en un laberinto. Después de tres semanas nuestras mochilas están bastante más pesadas que cuando nos encontramos, cada paso requería esfuerzo y este tipo seguía y seguía; llegaba a la esquina y doblaba. Se metió en un hotel: ‘wait here.’ Volvió a los cinco minutos, ‘follow me.’ Más callejones con el piso mojado, cada dos pasos, dos resbalones.
‘Wait here,’ dijo otro hombre cuando llegamos a un restaurancito. Eran las 18.40 pm. ‘Sit, sit, please.’ Todos siempre quieren que te sientes, la mayoría te sonríe. Nos enteramos de que el micro salía a las 19.30 de la tarde. Jenni no estaba contenta.
El tiempo pasó despacio. No hicimos nada durante la espera; nos habían llevado ahí para que cenáramos. No way, José. ‘Bus is here,’ escuchamos. Jenni salió corriendo para asegurar asientos (no son numerados). Yo caminé tranquila, atrás. La tranquilidad me duró cuatro pasos, momento en el que se me vino una rata encima.
Subimos al bus, una tipita arriba nos indicó que nos sentáramos atrás. El asiento de Jenni no se reclinaba, nos fuimos para adelante. ‘Que me vengan a mover, eh,’ la morocha empezaba a arder.
El bondi arrancó y frenó a los cinco minutos. Algunos bajaron a fumar. ¡Chicos, acabamos de salir! La parada fue mucho más larga que los típicos diez minutos, el vehículo mostraba fallas.
Lo solucionaron, seguimos viaje.

Tres películas después, a eso de la 1.30 am paramos en un galpón. Yo, que no estoy pudiendo saltear comidas, bajé. Mi compañera se quedó durmiendo. Volvimos a subir, nos dijeron que a las 6 am hacíamos el cambio de micro. El escocés, el irlandés y el inglés que estaban dos filas adelante nuestro tomando cerveza desde antes de salir, estaban de fiesta. No paraban de hablar.

Me desperté a las 6 am, miré por la ventana. Estábamos en un pueblo, el bondi parado en medio de una avenida, de manera perpendicular. Cuando el conductor estaba haciendo el giro en U algo falló y ahí nos quedamos. Una hora después, ahí seguíamos.
Vino una pick up a buscarnos. El que conducía este vehículo vestía un delantal floreado, era el cocinero del restaurancito adonde iríamos a desayunar. Llamaron a los que iban hacia Phuket, éramos nosotras solas, nos pegaron un sticker en la remera: un cuadrado rojo. Salimos otra vez en la pickup. A los 600 metros Jenni se dio cuenta de que se había olvidado su objeto más preciado: el sombrero. ‘Stop! Stop!’ Imposible explicarle al chofer que había que volver, tuvo que llamar a su jefe para que hiciera de intérprete. Mi colega tuvo el tupé de putearme.
Una chica del restaurancito se aproximó a nosotros en moto, sombrero recuperado. El hombre nos dejó en una agencia de viajes donde había unos cuantos turistas más esperando salir hacia Phuket y Patong (playa cerca de Phuket).
Nos dijeron que salíamos a las 8.30. Eran las 8. Sentadas en la vereda, esperamos.
Nos llamaron para que entremos a la oficina. Nos sacaron nuestro pasaje (el sticker), y nos ofrecieron salir hacia Patong, sólo había que pagar 250 baht más (unos 7 u 8 dólares). ‘Ni locas, eh. A estos no les doy un centavo más,’ yo también estaba un poco alterada. Thanks but no thanks, y nos dieron nuestro nuevo pasaje, otro sticker: Phuket escrito a mano. Nos dijeron que en realidad el micro salía a las 9.30. Sentadas en la vereda, esperamos.
Se llenó el bondi a Patong. Los cinco gatos locos que quedábamos esperando debemos haber causado pena (o no), nos hicieron subir al mismo bondi. (En realidad, eso pensó Jenni, para mí siempre íbamos todos en el mismo, nos quisieron sacar más plata y no pudieron.)
Para no perder la costumbre, paramos cada cinco minutos, subía y bajaba gente. Cómo se deben reir de todos estos turistas cada vez que venden un pasaje. El viaje que debía ser de 15 horas duró 24.

Dos minutos antes de llegar Jenni se puso a hablar con un chico. A través de mi iPod podía escuchar poco, me contó cuando me saqué los auriculares. ‘Se va a una playa al sur, tiene alojamiento gratis, dijo que podemos ir con él pero no entendí si es gratis para nosotras, hablale un poco y fijate qué te parece.’
Le pregunté, era la casa del padre de un amigo. ‘We go with you,’ no había dudas.

El padre de la novia del amigo de este suizo no estaba, nos recibió su novia. Ya estamos acostumbradas a las parejas de viejo occidental y la pendeja thai, bastante triste.
Una tardecita en esta casa con pileta, cuarto de huéspedes para nosotras, una ducha como la gente.
La noche con este suizo, la chica thai de 22 años ‘drinking drinking drinking, party part pary,’ decía todo el tiempo; cambiaba su speech para contarnos que su novio era aburrido, que con él solo eran dos copas de tinto y a dormir… el regeton, el bar y los viajes en moto, son otra experiencia.

Al día siguiente, finalmente desembarcamos en Phi Phi.

Wednesday, July 7, 2010

Camboya

Nos quedaron pocos días para recorrer Phnom Phen y Siem Reap.
Lo primero que hicimos al llegar al hotel en el que caímos medio de casualidad fue preguntarle al dueño cuánto nos debería cobrar un tuc-tuc por llevarnos a los cuatro lugares que nos interesaba visitar esa tarde. Ni idea, dijo. ¿Cómo ni idea? Más o menos, tiranos algo.
‘I just come from France, I am not a driver,’ decía.
‘When did you arrive?’
‘Two years ago.’

Con la inexistente ayuda de este tipo negociamos con un driver y salimos. Royal Palace, Russian Market, Tuol Sleng, un lago (lake side) donde se pueden sacar buenas fotos que poco reflejan la realidad … Claro que el driver nos quiso cobrar más, emepezó a quejarse, a decir que nos había llevado a muchos lugares, blah. Se hizo el ofendido y nos quiso dejar bajo la lluvia en el River side. Estábamos a cuadras del hotel pero como no era lo que habíamos arreglado no nos movimos hasta que nos dejó en la puerta.

Eran pasadas las 7, a las 9 pm hora local jugaba Argentina contra Alemania. Salimos en busca de un grupo de argentinos que nos acepte en su mesa (¿quién se negaría a semejante lujo?). Enseguida los encontramos y en dos segundos nos sentamos con ellos. Empezó el partido. Detrás de la pantalla había una lagartija, en la mesa un florero con arroz y una bella rosa de plástico—gol.
‘Wi fi password, please?’ Jenni le preguntó al mozo. El tipo le sacó el iPod y empezó a tipear la contraseña. Y escribió y escribió y escribió. Se debe haber puesto al día con toda su familia.
‘Argentina is not playing well,’ dijo el alemán que estaba atrás mío.
‘¿De qué pediste la pizza?’ pregunté.
‘tomate, jamón, mushrooms…’
‘No escribas que dije ay por Dios.’ ‘¿Podes poner que tengo a Buddah atrás?’ También había niños atrás: ‘Me llevo un Maddox, eh.’ ‘Qué difícil este partido.’ ‘¿Crespo no está?’ Jenni seguía hablando y haciendo preguntas, le comentó a uno de los chicos que ‘hay pocas cosas que me interesan menos que el fútbol.’
‘Hay un colorado en la tribuna. ¿Es colorado el marido de Flor?’
‘Quiero aprender alemán, ¿viste la puteada del técnico? Es un espectáculo.’
Festejamos el gol (¿ustedes también?) Maldito offside.
Y hasta ahí llegué. Los nervios crecieron, llegaron más goles y la tristeza. Nos quedamos una hora más, cayéndonos lentamente, se hicieron las 12.05.

Todo lo que nos había parecido lindísimo de esta zona durante el día había desaparecido. Mientras caminábamos sin saber adónde íbamos pasábamos un tuc-tuc pegado al otro, todos con sus conductores durmiendo adentro. En las veredas, muchas mujeres con bebés y niños durmiendo también.
Vimos una puerta con globos y frenamos. A pesar del cansancio no nos podíamos ir a dormir. Entramos a este bar donde una banda tocada covers. El cantante era Jackie Chan con mucho rock ´n roll encima, creo que tenía unos reflejos amarillentos. El bar cumplía seis años; uno de los primeros temas que escuchamos fue el feliz cumpleaños versión heavy metal. Cumpleaños 27 personalizado en Phnom Phen. Ojo.

El domingo el oloriento francés dueño del hotel nos preguntó adónde íbamos, le dije que a los Killing Fields.
‘Where?’
‘Killing Fields.’
‘What’s that?’
Me tenía que estar jodiendo. Fuimos a un mapa con todo el circuito turístico, se lo mostré. Cara de ni idea.
‘You really don’t know? Never heard of this?’
‘No.’

Después del medio día salimos para Siem Reap. No paró de llover en todo el camino. Dos horas antes de llegar, paramos en un galpón. Jenni y yo venimos alineadas en todas las decisiones que debemos tomar; lo que no están alineados son nuestros gustos por la comida y los límites a la mugre. ‘Este lugar es siniestro,’ dije.
‘Si vos decís que esto es siniestro, estamos complicadas,’ comentó J.
En el bus habíamos viajado con una pareja que hablaba español (nunca sacamos de dónde son). Llegamos a Siem Reap, el bondi frenó en lo que de día debe funcionar como un mercado; de noche, naranja. Pasadas las 10 pm, 4 de julio de 2010, llovía, no teníamos idea dónde estábamos, teníamos frío, sueño, no se veía un tuc-tuc… La gente había bajado del bus, sólo quedaba este latino en el bus. Llegó adonde estábamos nosotras.
‘Che, ¿qué se hace? Está lloviendo, no hay nada acá, ni un tuc-tuc…’ Jenni tenía miedo.
‘Pues no sé, acabamos de llegar.’ El pibe respondió con tono de "estamos en la misma".
Nosotras seguimos recolectando nuestros bártulos en el bus, vimos que en la puerta apareció un tipo con un cartel: ALVARO decía su papel. ‘¿Ahora tengo cara de Álvaro? ¿No ves que no soy Álvaro?’ Jennifer estaba indignada.
Bajamos a buscar las mochilas. Mientras Jenni sacaba la suya ví que el choffer encontró a su pasajero. Los tuc-tuc aparecieron y nos subimos a uno que nos llevó adonde pudo. La ciudad estaba sin luz. ‘Jen, ¿sabés quién es Álvaro?’
‘Eh?’
‘Álvaro, el del papel. El copado que nos dijo que no sabía nada.’
‘Álvaro hijo de una gran…’ Jenni despertó a toda Camboya.

Pasamos la noche sin luz en el hotel más caro que pagamos hasta ahora. A la mañana siguiente salimos a buscar uno más barato, desayuno y horas recorriendo las ruinas.

Lara Croft se despide de Camboya; próximo destino: ¡playa!

Monday, July 5, 2010

Vietnam

Estábamos en restaurante indio prácticamente enfrente de nuestro hotel en Ho Chi Minh. Sentadas en el alley, esperando nuestros chicken currys Jenni me preguntó: ‘¿Y? ¿Vietnam?’
‘Bueno. Muy bueno,’ respondí.
Silencio.
Y entendí lo que muchos me repitieron durante años.

J y yo coincidimos que lo que más nos gustó fue Hoi An. Después de un día de lluvia en un café jugando a las cartas y comiendo nuestros ya clásicos spring rolls; visitando tailors, eligiendo telas para un vestido, un tapado, eligiendo el modelo del vestido y el tapado; después de pelar por que nos devuelvan los pasaportes; al otro día encontramos la parte linda de esta ciudad. No por nada también ha sido declarada patrimonio de la humanidad.
La parte antigua es colorida, alegre. A pesar del calor que no cesa, del sol radiante, no querés dejar de caminar sus calles y meterte por los callejones. Por suerte no hay mucha gente en la calle, todo está cuidado.
En esta parte de Hoi An, también nos dimos un lujo. No pudimos resistir la oferta de ‘One
dollar manicure’ y nos fuimos a hacer los pies a un cuartito en el medio del market.
‘Che, me está sacando todo … agua, crema ni en joda ¿no?’
La cara de Jenni, de “pagamos dos dólares, ¿qué esperás?” dijo todo.

El segundo tramo de nuestro Open Bus nos llevó a la former Saigon. Esta vez asientos en la parte de arriba. Me tocó en el medio, arriba. Atrás mío, a la derecha, cocodrilo dandy que medía 1,90 y sus pies de a ratos tocaban mi brazo. A la izquierda, una inglesa que medía 1,60 cuyos pies también rozaban mi brazo. Ninguno de los dos usa desodorante para pies.


En Ho Chi Minh volvimos a encontrar la velocidad con la que se mueve toda ciudad. Y aunque acá hay prácticamente una moto cada dos personas (viven casi diez millones de personas), el ritmo de Han Oi me pareció mucho más rápido.
Fuimos a Cu Chi, donde el Vietkong luchaba contra los americanos; recorrimos un poco la zona y bajamos a ver cómo era su mundo subterráneo. Yo no pude ver mucho, después de dos pasos agachada me di vuelta, ‘sorry, sorry, can’t do this,’ y subí. Esperé a la exploradora Jenni al final de los 120 metros que hizo bajo tierra.

En todos lados vimos mujeres vestidas en pijamas, a cualquier hora del día y en cualquier lugar. No podemos decir que los vietnamitas son las personas más amorosas del mundo. Te persiguen, ‘buy something, miss, buy something…’ ‘hotel, cheap room, here, here…’ ‘what do you want? Come…’ ‘what do you need, miss?’ Pasás caminando y te tocan. Te agarran o acarician el brazo. Totalmente innecesario e inapropiado.
Una vez que necesitás sus servicios o productos y les diste lo único que les interesa de vos, dejás de exisitir. A tal punto que jamás van a atenderte inmediatamente; siempre hay una novela, un llamado, un mensaje de texto, una sopa por tomar, cualquier cosa va a ser más importante que lo que vos puedas necesitar.

Quisimos saber qué pensaba una persona acera de Ho Chi Minh, el héroe nacional de quien no escuchamos más que maravillas. Resultó que una persona sólo podía responder acerca de tours, habitaciones, lugares para comer, vuelos, viajes en bus; su inglés no le permite más.
No nos sorprendió. Creo que no hemos visto ni un cartel sin errores. Al pie de la visa para Vietnam, se lee: I wsear that…

Otra vez en el bus; destino Cambodia. ‘Lionel Messi,’ decía el tipito cada vez que me tenía que dar el pasaporte. Al igual que muchos otros, decía que apostaba por Argentina para el partido contra Alemania. Lo que siguió, más adelante.

Tuesday, June 29, 2010

Ha Long Bay

De Luang Prabang volamos a otra selva: Hanoi. Cambiamos monjes y templos (salvo por el de la Literatura) por motos, más motos y bocinazos. Pero el relato de estos dos días en la capital de Vietnam quedará para otro momento, ahora les voy a contar un poco de lo que fueron nuestras horas en Ha Long Bay.

Nos buscó la mini van (una traffic) en The Drift, el hostel en el que estábamos en Hanoi. Fuimos sumando pasajeros en el camino, y una vez que no cabía ni un alfiler partimos hacia Ha Long City. Unas tres horas después, el guía habló, supusimos que nos estaba indicando cómo seguiría la mañana. Supusimos digo, porque todo lo que entendíamos era ‘du iu andestan? Okay? Yeah. … okay? Yeah.’ Nos dividieron en grupos, todos se fueron subiendo a los barquitos y nosotras, con nuestro grupo, una hora bajo el sol, esperando que nuestro capitán, vestido de punta en blanco, hiciera no sé qué con nuestros pasaportes para poder zarpar.

Empezamos con un almuerzo en el barco. La comida, riquísima. Una pena que en nuestra mesa, además de una pareja de españoles, había una china de unos 50 años que le sacó fotos a cuanto plato de comida le pusieron enfrente (incluyendo una naranja cortada, muy exótica la fruta aparentemente) que se reía de todo (y pueden imaginar que eso solo me generaba un poco de violencia) y siempre se le ocurría que tenía algo para decir cuando tenía la boca llena.

El primer día de esta excursión incluía además un paseo a unas cuevas ‘full of surprises, once you’re there you’ll understand why you came,’ pudimos entenderle al guía. Muy linda la cuevita, lo único bueno fue que la temperatura era un poco más baja que la ambiente y eso, es muchísimo en estas tierras. De vuelta en el barquito de madera, hora de nadar un poco.
La no tan valiente de mi amiga me hizo subir a lo que sería la terraza del barco (ni idea la palabra técnica). ‘Me va la adrenalina, dale tirémonos,’ decía excitada. Cruzó la baranda, volvió atrás, ‘mejor voy al salto intermedio, después vengo a este.’ Y se fue. Yo ya estaba del otro lado, y más por orgullo que por ganas, me tiré. ‘Ahhhh…’ vivísima que salté gritando, así la cantidad de agua que tragué. Obvio, Jenni nunca se tiró.

El capitán, que hacía rato no tenía ninguna función, se había quitado su impecable traje y se paseaba en shores. Uno de los marineritos, jamás estuvo vestido, siempre se acercó con una mirada desagradable y su panza al aire. Uno de los que no pudimos identificar sus tareas, cada tanto se daba una vuelta por el restó, prendía una larga pipa y le daba una seca a sus hierbas.

El cuarto era mínimo y los ventiladores (el aire acondicionado es un lujo que no nos acompaña a diario) sólo andaban un par de horas por día (por suerte durante la noche había electricidad). No había nada que hacer en el cuarto, a mi me daba una casi desesperante sensación de encierro. Nos quedamos en el deck (¿se llamará así la parte de arriba?) leyendo hasta la hora de la cena. Otra vez, comida muy rica y todos se fueron a dormir.
Ese día jugaba Argentina contra México y lo podíamos ver en el comedor. Faltaban más de cuatro horas y habíamos planeado quedarnos escribiendo, leyendo hasta que se hiciera la hora. Lo que no habíamos calculado, era que este lugar era el dormitorio del capitán, el guía, el cocinero, y los otros dos que no sabemos qué hacían ahí. Los muchachos corrieron las mesas, pusieron las sillas en fila, trajeron sábanas. Uno a uno se fueron quedando en cuero (tampoco es que estuvieron todo el día vestidos), en calzoncillos; se fueron acostando y como lo único que sentimos fue incomodidad, decidimos desearle lo mejor a nuestra selección y bajar a nuestro caluroso camarote.

En el piso de abajo nos encontramos con un intenso olor a cloaca. No podíamos ni acercarnos a la puerta de nuestro baño que se nos revolvía el estómago. Así de bien descansamos, y a las 6 y pico uno ya estaba encendiendo el motor, que estaba justo detrás de nuestra habitación. Ni idea para qué, porque estuvimos anclados unas cuantas horas más.
Todos fueron a hacer kayak menos nosotras, que preferimos quedarnos en el deck, derritiéndonos.
Emprendimos el regreso a Ha Long city; hubiéramos llegado más rápido caminando. Una vez que el capitán estuvo de punta en blanco otra vez, anclamos.

Otras tres horitas de vuelta a Hanoi, la espera para subirnos al “Open Bus” (no es abierto, sino que el pasaje es abierto), y las 18 horas en bondi con una pareja de vietnamitas durmiendo en el piso entre medio de nosotras (Jenni y yo en asientos al nivel del piso), y estos conductores que tienen la mano pegada a la bocina para llegar hasta donde estamos hoy, Hoi An.

Saturday, June 26, 2010

Luang Prabang

Después de leer lo que escribí acerca de Chiang Mai, Nanny me mandó un mail y en referencia a las falls escribió: ‘…don't waste your time and energy any more … Enjoy your way to Laos and please skip the next falls.’

¿Qué hay en Luang Prabang además de templos, estatuas y estatuitas de Budda, y muchos escalones que te llevan a otros templos?
A las falls fuimos con Val y Orlando, en un tuc-tuc conducido por un lugareño. (Este hombre, al igual que mucha gente, tiene un lunar en la cara. Hasta ahí, todo normal. Lo que notamos en este lugar, es que de estos lunares salen pelos. Muchos pelos que no deben haber sido arrancados, cortados, nada, en sus vidas.) Habremos tardado una hora en hacer los 25 km hasta Kouang si.

Entramos al parque nacional, después de ver a los osos, Orlando me cedió el rol de guía que él no había cumplido tan bien el día anterior cuando caminamos, caminamos y caminamos toda Luang Prabang. Estando en el medio de una selva (o algo así), toda superficie era resbaladiza y yo ya estaba perdiendo energía en la concentración que debía ponerle a mis pasos. ‘To the top,’ decía un cartel entre una especie de bifurcación. ‘Right we go,’ dije decidida.
Empezamos a subir, todos en ojotas, el caminito parecía tener bastante pendiente, no había huellas. Cuando los chicos se dieron cuenta de que estábamos yendo por un camino que no era camino, era tarde. Era imposible volver atrás, si intentábamos bajar íbamos a estar en problemas. Así que seguimos escalando. Por suerte, Jenni y yo estábamos en pollera.
Recién a la noche le dije a Jenni que en un momento un cangrejo había caminado por su empeine. No sé como no lo sintió pero menos mal; pienso en esa posibilidad y no puedo llegar a un final feliz.
En fin, llegamos a la cima, enfilamos hacia la izquierda, buscando la bajada señalizada. Nunca la encontramos, pero al menos era la que usaba la gente. Nos habían hablado de un lugar secreto en algún lugar en estas waterfalls que aparentemente era increíble (nunca presté atención a estos datos y parece que el resto tampoco). Llegamos a la primera “pileta” por la que habíamos pasado al principio y ahí nos quedamos, necesitábamos meternos en el agua.
Imaginen que de fondo hay una cascada de no más de cinco metros que cae en una suerte de pileta en donde el agua apenas se mueve, tiene la profundidad necesaria para que cuand
o saltes de la soga que está atada al tronco a unos tres metros de altura no te la pongas contra el fondo del río. Pero también puede pasar que te la ponés contra el mismo tronco del que te tirás.
Los chicos estaban encantados, se agarraban de la soga cual tarzán y se tiraban una y otra vez; nosotras, un poco más de respeto. Jenni juntó coraje y se mandó. Escaló los dos troncos que la llevaron a la soga y después de varios segundos aferrada a la soga, se tiró. Lástima que una vez en el aire le dio miedo soltarse de la soga y cuando su fuerza la trajo de vuelta hacia el árbol… bloom!
Claro que ahí se soltó. Una vez que su cabecita apareció en la superficie y ví que estaba bien no pude más que estallar; Val y Orlando me siguieron, y la ágil protagonista casi que se sigue riendo.
Mientras terminábamos nuestras húmedas Oreos apareció un grupo de japoneses.
‘¿Qué hacés? ¿De qué te escondés?’ Me preguntó Jenni cuando me puse atrás de ella.
‘Nos están sacando fotos, vos quedate quietita que no estoy en mi mejor momento.’
Sin disimular, los tipos nos empezaron a fotografiar. Nosotras teníamos un par de cámaras apuntándonos y los chicos otras tantas. Uno de ellos se animó y nos pidió una foto grupal. Nos pusimos con dos de estos personajes y uno sacó con cada una de sus máquinas.
Al terminar la sesión, Val dijo, ‘You’ll arrive in Tokyo and find your picture all over the city.’

Y a ver a los tigres. Seguimos el impreciso mapa (parece que hay un problema con los mapas y las escalas por estos pagos) y llegamos a la jaula. Parecía vacía. En la puerta había una nota pidiendo disculpas por la ausencia del animal, falleció en 2008.

El hombre del lunar y sus pelos nos llevó de vuelta. Nos había estado esperando todo el tiempo, con el resto de los conductores; mejor no enterarse haciendo qué. A mitad de camino paró el camioncito azul y se bajó. ‘Toilet,’ dijo riéndose. Se escondió detrás de los arbustos y volvió. Seguimos bajando la montañita con el motor apagado. Tuve miedo.

Sanos y salvos en Luang Prabang, seguimos viendo templos y monjes; no vimos Argentina-Grecia porque lo pasaban a eso de la 1.30 y estábamos destruidas; un día de pileta y cartas; cena en el night market; nos despedimos de nuestros compañeros por estos cinco días y volamos a Vietnam.

Friday, June 25, 2010

Camino a Luang Prabang

Fuimos en bus de Chiang Mai a Chiang Khong; asientos reclinables y aire acondicionado, un aeromozo (según Jenni) de lo más simpático que cada vez que decía algo se acercaba a nosotras y nos lo repetía en inglés, caminaba por el pasillo y se lo repetía a otros dos turistas. Eran un rubio y un morocho que obviamente estaban haciendo el mismo camino que nosotras. No nos hablaban.
Seis horas y unas cuantas paradas más de las que nos habían dicho nos bajamos en el medio de la calle. Los locales desaparecieron y solo quedamos nosotros cuatro y otro Westerner que debe haber viajado en el baño. Negociamos dos tuc-tuc con los taxistas y nos llevaron hasta la frontera, a orillas del Mekong, donde nos sellaron los pasaportes. ‘Oh, Argentina, football!’ Nos subimos a un bote que no se dio vuelta de casualidad y en dos minutos cruzamos el río, estábamos en Laos.

Mientras llenábamos los formularios para la visa en una terraza que da al río marrón, y de nuestros cuerpos salían gotas gordas, tuvimos que escuchar a un tipo, pesado como el aire que nos rodeaba, que nos quería vender el viaje hacia Luang Prabang por un precio ridículo.
‘Oh, Argentina, football!’ Visas otorgadas; caminamos las tres cuadras que ocupa Houei Xai hasta encontrar un Guest House que nos gustara y salimos a regatear el pasaje en slowboat para la mañana siguiente.


Día uno: fuimos rápidas para subir al barquito y por suerte Jenni y yo conseguimos asientos adelante, los chicos un par de filas atrás nuestro. El rubio y el morocho resultaron ser un yankee y un inglés, Val Kilmer y Orlando Bloom respectively. Cada una de nosotras en un asiento de madera de no más de 25 cm de ancho pero en cuyo largo cabíamos acostadas, con las piernas colgando por las ventanas del barco. Dormimos un rato, leímos, escribimos, comimos, Jenni habló con gente, vimos que también había un grupo de argentinos. ‘Son distintos, ¿no?’ dijo una de nosotras. ‘Son grasas,’ dijo la otra, y no nos pudimos poner de acuerdo en cuál calificativo fue peor.
También jugamos a las cartas; en el medio del pasillo, cortando el paso, nos sentamos y se sumaron nuestros nuevos amigos, un holandés, una española, un irlandés y otro inglés. El holandés y sus juegos para tomar no tuvieron éxito, él era el único que le entraba al whisky. Terminamos jugando al jodete los cuatro pero después de un par de rondas hubo que suspender, el calor ahí donde estábamos sentados no se podía aguantar más.

Llegamos a Pakbeng. El barco no se liberó, se llenó cada vez de más gente; los de los guest houses se subieron para ofrecer sus habitaciones. ‘No, thank you. No thank you,’ con nuestras mochilas puestas, tratando de pasar entre la gente, haciendo equilibrio por la maderita que iba desde la ventana por la que salimos hasta tierra firme.
Pakbeng también es chico así que elegimos rápido lugar donde quedarnos, en donde Jenni encontró la lizard más grande jamás vista (en nuestro baño). Salimos a caminar, después de ver el mercado más sucio que encontramos hasta ahora decidimos ir a tomar una cerveza a uno de los restaurantes con vista al Mekong. Nos empezaron a comer unos bichos, cambiamos de locación por el bar de al lado, estaban Val y Orlando, nos quedamos con ellos.
A la mañana estaba haciendo mi mochila cuando vi que algo se movió: ‘ay!’ dije y solté la mochila. ‘¡¿QUEHAY?! ¡¿QUEHAY?! ¡¿QUEHAY?!’ Los gritos histéricos de Jenni trajeron a todos los huéspedes a nuestra puerta y cuando el encargado vio a la lizard más pequeña de la historia la agarró con su mano y la tiró por la baranda.

Día dos: Orlando y yo necesitábamos café así que tardamos un poco más. Cuando llegamos para “embarcar,” nuestro barco, el 50, no estaba. ‘Jenniiiiiii, Jeniiiiiiiii’ empecé yo. Apareció mi compañera desde un slowboat de la mitad del tamaño del que habíamos viajado. Por suerte tuvimos un asiento cada uno, de a ratos tuvimos que compartirlos pero al menos teníamos asientos. Contrario al calor del primer día, estuve fresco. Bah, no puedo decir fresco, sino que de a ratos había viento que daba un poquito de frío.
Otra vez, jugamos a las cartas, leímos, escribimos, almorzamos, comimos una banana con sabor a manzana.
Este barquito paró en cuanto village hubo durante el camino, en cada parada se subía alguien con bolsas y bolsas con vaya uno a saber qué. El viaje duró lo mismo que el del día anterior, 6 horas y, al igual que en el puerto anterior, salimos del bote, subimos una empinada escalera hasta llegar a la calle y empezamos a patear Luang Prabang en busca de un lugar para alojarnos.

Friday, June 18, 2010

Argentina-Corea

Mientras caminábamos hacia el campamento pasamos por unas cinco casas en el medio de la nada, todas con unas terribles antenas. ‘Estos ven el partido seguro, me vengo acá a verlo, eh,’ le dije a Jenni.
Nunca hubiera imaginado que la gente acá seguiría tanto el mundial. En el aeropuerto de KL todo estaba decorado conforme a este evento, televisores por todas partes; en Tailandia cada vez que decimos que somos Argentinas nos dicen que siguen a nuestro equipo y todos los partidos. Salimos de noche y los bares están vestidos con banderas de todos los países, todos tienen TV con lo que se está jugando en Sudáfrica.

A eso de las 7pm, la francesa vino a nuestro a bungalow a avisarnos que en la tele del campamento estaban pasando el partido. Para que se den una idea de lo futbolera que es mi compañera, cuando pasamos por un poster gigante de Messi me dijo ‘ese no es argentino, ¿quién es?’ Pero igual vino conmigo al lugar donde estaban Catwalk, Chat y los residentes.
La música estaba al taco, alguna banda local. ‘Aia, le pegan,’ dijo Jenni. ‘¿Las remeras son medio shustis o me parece a mi?’ preguntó lo que yo había afirmado al inicio del partido anterior. Yo escribía, ‘mirá el gol, boluda.’ Íbamos 2-0.
Adelante nuestro estaba la hinchada: cuatro jóvenes thai, con sus pelos oxigenados. ‘Mirá el pelo de ese,’ Jenni me señaló a uno detrás de sus gafas de sol con aumento, ‘estamos en presencia de los Backstreet Boys.’

Alguien estaba preparando la cena, el olor prometía una rica comida. ‘¿Quién es ese de pelo largo?’ preguntó la que no conoce a Messi. ‘Jonás, Gutierrez creo,’ le dije como si tuviera algún tipo de conocimiento. Alguien por fin bajó el volumen, cambió la estación y empezó a sonar ‘She’, luego Enrique Iglesias interpretó ‘Hero’. Alguien volvió. Se ve que a pesar del altísimo porcentaje de humedad y la calor, el muchacho sentía fresco, vestía una campera.

Desde hace meses, Jenni dice que quiere comprarse un sombrero. No ha tenido suerte hasta hoy. Se enretuvo durante dos minutos mirando los que estaban en una mesa a nuestro lado. Faith Hill cantaba ‘There You’ll Be.’
‘Poné que tenemos a Dumbo atrás,’ me dijo J. Así es, detrás nuestro estaban los elefantitos. Gol de Corea.
‘¿Quién está jugando bien?’ me preguntó mi amiga. Me hubiera encantado poder responderle pero no tenía idea. Entre tiempo, los BSB cambiaron de canal al MTV local y conocimos un poco más de la terrible música local. La radio seguía encendida: Celine Dion ‘The Power of Love.’

Segundo tiempo. ‘Che, mi mamá me dijo que el arquero era buenmozo,’ claramente a Jenni no le interesa mucho mirar un partido, ‘me estaba jodiendo, ¿no?’
‘Corner largo iba a decir, no tienen cortos ¿no?’
‘Está jugando mejor Corea, tengo miedo,’ ya casi que parecía compenetrada en lo que nos mostraba la pantalla. Mientras Robbie Williams cantaba ‘Angles’ Jenni se fue al cuarto, tuvo que atravesar unos 100 metros de mini selva sola con su linterna. Los frances no me daba bola, la música—goool, festejé sola, miré al francés, ni una sonrisa me brindó.


Ya sin sus gafas, J volvió cuando el partido estaba 4-1, cuando Rod Stewart nos musicalizaba con ‘Have I Told You Lately’… sonó un teléfono, nadie atendió y yo de golpe me sentí, como tantas veces, mirando un partido en la casa de mis tíos (quizá acá los elefantes aprendan a atender).
Mostraron a Diego, después a Heinze en cámara lenta, linda sonrisa, ¿no? Fue lo último que pensé respecto al partido. Sirvieron la cena, hablamos de cualquier cosa menos de lo que acabábamos de ver. Sinceramente, yo no tenía mucho para decir, salvo que me alegraba enormemente haber podido vivir otra victoria de nuestro equipo, y con la esperanza de que el próximo destino también me reciba con una televisión para seguir viviendo Sudafrica 2010.



Chiang Mai

Mientras espantábamos moscas durante el desayuno, considerábamos lo que nos divertía y no de una de las pocas cosas que podés hacer en Chiang Mai: un trekking de uno, dos o tres días que incluye elefantes, rafting y mucha selva. Desde que nos encontramos en el aeropuerto de Bangkok, Jenni y yo estamos tan alineadas que a pesar de que las mismas cuestiones nos hacían dudar, decidimos que valía la pena.

Chat (o algo así) fue nuestro guía, y una pareja de franceses (hereinafter, “Catwalk”), los otros dos que vinieron con nostras. Catwalk se subió a la pick up con sus terribles botas de trekking, pantalones caqui, y mochilas por explotar. Nuestra apariencia no tenía nada acorde a la situación, fuimos con lo que teníamos. Dos días antes, yo me había olvidado mis zapatillas en Bangkok (tampoco eran todo terreno), así que tenía dos opciones: mis ojotas modelo 2005 (a lo sumo les queda un mes de vida) o comprar algo en algún mercado. Recorrimos un par de markets y no podemos más que preguntarnos qué carajo se compra la gente cuando viene y te dice que paga sobre equipaje. Quizá sea que por los precios uno caiga en el comprar por comprar, o que después de ver tanto las mismas cosas, te empiezan a parecer lindas. Cuestión, solo nos compramos unas crocs, y con eso en mis pies, hicimos este trekking de dos días.

En el camino al Chang Mai Elephant Camp paramos en un market. Para variar, no vimos nada interesante salvo dos presas de algún animalito en una bolsa de plástico atadas a un alambre, atado a un disco, haciendo de ventilador para espantar las moscas de sus frescos productos. Por suerte me compré un hermoso impermeable verde que nunca abrí porque no llovió.
Almorzamos en un village en donde no había nada de nada. Nos dieron nuestra lunchbox: unos fideos envueltos en una hoja de banana. Partimos. Caminamos por la selva, subida, subida, subida, recto, subida, subida. Chat nos enseñó algo tan útil como es hacer TAC cuando ponés una hoja en tu mano y con otra la otra palma la golpeás, y flechas con unas hojas largas… Seguimos caminando, llegamos a una waterfall. Nunca crean cuando alguien les quiere vender una waterfall. Ya me pasó varias veces, son unas cascadas malísimas. De esta, al menos caía algo de agua, pero de haber sabido, no hubiéramos caminado todo eso para estar en ese arroyito.

Seguimos caminando bajo el intenso sol y nos acercamos a la fauna tailandesa: dos perros que nos siguieron gran parte del camino, una araña negra peluda, una serpiente muerta en el camino, gatos y gatitos sin ojos. Llegamos al campamento. El lugar estaba vacío salvo por los cuidadores de elefantes. (Dicen que por los problemas que hubo hace unas semanas el turismo bajó mucho y no sabemos si será verdad pero en Chang Mai casi no vimos gente.) Nos dieron un bungalow a nosotras, otro a Catwalk. A eso de las siete nos avisaron que estaban pasando el partido de Argentina así que lo fuimos a ver. Después de la victoria no quedaba mucho por hacer así que entre el mosquitero con agujeros que caía del techo y los sonidos de los insectos, caímos rendidas.

A la mañana bañamos a un elefante, luego paseamos en círculo en uno de ellos en un asiento con una barra de hierro atrás que hizo que el recorrido fuera un tanto incómodo. El hombre que “manejaba” al elefante se había lookeado para ocasión: sus jeans Diesel, chomba y sombrero rosa. Nos quisieron vender la foto arriba del animal, una lástima que se olvidaron de incluir al elefante en el cuadro. Un joven imprimió una foto de Jenni, se la regaló; después vimos que en la computadora estaba mirando la foto de esta morocha que está cautivando a los locales.
Desayuno y a caminar otra vez. Pasamos por otro village donde nos esperaba nuestra pickup; en ella había un yankee y una inglesa. La siguiente parte del turrr incluía rafting. Chaleco de niños para Jenni, cascos, la explicación de cómo sería la aventura y al agua. Nos clavamos en cuanta roca había, de rapids ni hablar. Cambio de transporte a unas balsas hechas de 15 cañas de bamboo. Un viejito nos llevó unos 500 metros y se acabó. Almuerzo y de vuelta a Mandala House.

Después de estos dos días Jenni y yo coincidimos en que esto no valía la pena. Hay tanto que queremos ver y hacer… por suerte la pasamos bárbaro entre nosotras, pensamos que si tenemos que recomendarlo, evitaríamos este lugar.

Hemos recorrido unos cuantos templos de Chiang Mai, hablado con monjes y acá debo frenar. Había cuatro monjes estudiando en una mesa, nosotras en otra y uno en un banco, el que nos hablaba. Otro pasó caminando, ‘this is Jennifer too,’ dijo el que nos hablaba.
‘Pero no hay monjes mujeres, ¿no?’ la ignorante V le preguntó a su compañera de viaje.
‘Creo que no.’ El/la otra Jennifer, de pelo corto con el andar de una mujer siguió su camino. Jenni preguntó: ‘is she a monk too?’
Risitas por lo bajo de los de la mesa vecina, miradas hacia sus cuadernos. El monje que quiere ser guía de turismo 'and be free' según sus propias palabras, nos dijo que no, no hay monjes mujeres.

…También hemos viajado en tuc tucs y autos rojos, probado comida local; nos fuimos a hacer masajes Thai y a recorrer el night market.

El viaje a nuestro próximo destino dura tres días. Mañana temprano salimos hacia Laos.

Sunday, June 13, 2010

Finde

Como todo sábado, me levanto temprano. Mientras espero el mensaje de Cata sigo con la interminable tarea que empecé hace unos diez días: las valijas; el detalle es que hoy tengo que terminar sí o sí Suena el timbre, los papás de Sopa pasan a saludarme y regalarme una billetera que me viene de los mas handy para el viaje. Gracias por todo, se pasaron, bye bye.
Texto de mi amiga, quedamos en encontrarnos en "Las Chicas" en una hora para desayunar. A la hora de elegir no somos nada originales y a menudo coincidimos en el plato; esta vez no es la excepcion, BBB es el nombre del bagel con huevos, panceta, avocado y no me acuerdo que mas que nos clavamos. Con algo en el estómago, podemos empezar a hablar de lo que sucedió la noche anterior cuando fuimos a tomar algo con Sopa y algunos personajes más (nada misterioso).
Con la panza llena y dura y el corazón no tan contento salgo para la city, esas compras de último minuto. Termino rápido y vuelvo a mi cueva, no puedo creer que me lleva otras seis horas vaciar mi habitacion. En la semana mandé todo, fueron 86 kilos, mucho mas no podía tener. Le erré grueso, muchísimo mas guardaba, esa gran facilidad para acumular porquerias (porque si hay algo a lo que no me dedique fue a hacer shopping) y a recibir libros que mi hermana compra por internet.)
Cata me busca, son tipo 8pm, vamos para su casa. Ya hay un grupo de argentinos, un colombiano, unos australianos y un yankee que no puede con su existencia. Con las argentinas lo miramos con asco, por suerte quiebra rápido y se va a dormir. Salen las empanadas. Empanadas y Malbec. Una fiesta. Gana Korea, nadie mira ese partido. Llega Timmy, preparamos unos fernés y nos sentamos con el resto de la gente (todos argentinos, los australianos están afuera en el patio, chupando) y baja Diego del bus. Se escucha parte del himno, empieza el partido y vemos lo mismo que todos ustedes.

Domingo a la mañana Timmy me da un regalo; cachetazo de realidad, falta poco para la despedida. Gracias, gracias, gracias. Creo que nunca me dieron algo así.
Tenemos que partir. Salimos para Heathcote, en el corazón de Victoria, al viñedo la familia de Lucy. Pasamos el día ahí, probando diferentes vinos, comiendo quesos y para el almuerzo el ya clásico sausage roll (que no entiendo porqué tiene tanto éxito). De acá saldré al aeropuerto así que estoy vestida con lo que viajo. Obvio que torpeza mediante vuelco un vaso de tinto y me mancho todo mi buzo celeste. (Lo que me hace pensar ¿en qué pensaba cuando separé un buzo CELESTE para viajar un mes? ¿Por qué no elegi uno blanco?) El padre de mi amiga nos lleva por un tour y explica todo el proceso para hacer el vino, no tengo idea de qué habla, no puedo concentrarme en lo que dice este buen hombre.
Se hace de noche, entramos a la casa, nos quedamos frente al hogar. Le doy a Lucy y a Becky unos regalillos, nos acompañan al auto, el cielo está estrellado pero todo está muy oscuro, no veo a las chicas. Se acercan, abracito, chau chau, take care, will miss you, me too, have fun, todo eso, me suelto rápido, al auto.
Cruzamos la tranquera y pobre Tim que me va a tener que aguantar las próximas cuatro horas. Check in done, no quiero ir al gate. Not yet. 'Let's get you on that plane,' me dice después de un rato. No. Cinco minutos más, le pido. Por suerte son de esos que pueden extenderse hasta otra hora.

Al avión despega y mi partida es un hecho. Tengo mil horas de escala en Malasia que me vienen bien para dormir, pensar, llorar y sobre todo darme cuenta de todo lo que tengo que valorar.
Acabo de encontrarme con Jeni en Bangkok, este viaje también es un hecho y ya lo empezamos a disfrutar.

Wednesday, June 9, 2010

Últimos días

El plan era salir después del medio día para Phillip Island, a ver pingüinos. Este lugar queda a unas dos horas y media de Melbourne y está bien llegar a la tardecita porque recién cuando oscurece las criaturas salen a jugar. El domingo la ciudad amaneció en su típico día de invierno, ese que no voy a extrañar: temperatura alrededor de siete grados, mucho viento, lluvia, cielo grisáceo, una angustia. Lucy y Becky decidieron suspender el petit trip y aunque me decepcionó un poco, enseguida me entusiasmé con la propuesta de ir a otro lugar que no conocía.
Había escuchado que Mt Dandenong no era gran cosa y me encantaría confirmarlo o refutarlo pero llegamos cuando este pueblo ya estaba durmiendo y toda la luz que había la daban los autos que de vez en cuando nos cruzaban en la ruta. Para empezar, salimos de casa tarde y después nos perdimos unas tres veces. Este lugar queda a cuarenta minutos de acá y si bien todo está indicado por carteles, llegar a destino siempre es una pequeña odisea. No sé si la gente acá tiene algún problema de orientación o si trasladarse es tan complicado como parece porque no manejo. Lo cierto es que cada auto tiene una Melway a la cual su conductor recurre con frecuencia para saber dónde está parado y cómo llegar adonde sea que necesita ir.
Caminando, muchos andan sus iPhones siguiendo el google map para hacer 20 metros sin doblar… en fin. Cuestión que seguimos el mapa que el telefonito nos indicaba pero de repente, mientras subíamos la montañita, el circulito azul que indicaba nuestra ubicación se empezó a alejar de la ruta por la que debíamos andar. Hacia abajo volvimos, cada vez más oscuro, estaba cantado que no íbamos a ver nada desde la cima.
Finalmente llegamos, nos congelamos mientras sacamos un par de fotos de la ciudad iluminada, la garúa volvió a hacerse presente y decidimos partir. Las chicas querían ir a cenar, les dije que no había problema (eran las 6 y media) pero que yo no comía, que había arreglado para cenar con Timmy, que no había entendido que el programa incluía cena, perdón. Un restaurant cozy casi en el medio de la nada y una de mis mejores noches acá. Además de que obviamente comí algo (la comida es riquísima en todos lados y si hay algo a lo que no me resistí jamás fue a probar lo que me pusieran en un plato, y el plato que me había prometido Tim no me entusiasmaba mucho), fue una larga cena en la que una de las chicas contó que quería dejar al novio y, mis amigos, si ustedes consideran que yo soy cerrada, no sé cómo describirían a la gente acá. Llevó un año pero entre Lucy y yo logramos que Becky por fin hable. (Mientras escribo pienso en la ardua tarea que entonces muchos han tenido conmigo, ja!). Tres veces tuve que mandarle mensaje a este chico diciéndole que estaba demorada. Llegué a su casa a cualquier hora y como claramente no nos conocemos mucho, tenía un poco de cosa de cómo se lo habría tomado porque todos son medio estresaditos con los horarios y sos un irrespetuoso si hacés algo como lo que yo hice. Pero mi Timmy me abrió la puerta con una sonrisa y los brazos abiertos. Preparamos el kangaroo (único país que come su emblema nacional) y otro tick en la lista. (Si alguna vez comen canguro asegúrense de que esté casi saltando porque si se pasa un toque puede ser tan agradable como masticar suela de zapato.)


También fui a pasar unos días a Torquay, a lo de la hermana de S, como ya me mal acostumbré cada vez que necesitaba salir un rato de la ciudad; esta vez de despedida. No faltó fuego en la chimenea que tienen en la terraza, ni vino en nuestras copas, ni la constante charla acerca de la nada misma y otro tanto de algunas cuestiones que nos importan más. La misma pregunta que muchas me hicieron estos días no tardó en llegar: ‘So, what’s Tim’s story?’ Y al igual que a ustedes, mi respuesta fue bastante escueta. Estudia, trabaja, es de no sé dónde en Victoria y ahora vive cerca de casa. Siguió la pregunta que intenté obviar tantas veces. ‘You are a cougar,’ o algo así me dijo K. Y bue, supongo que me pasa por prejuiciosa. ‘Will there be tears and drama at the airport with Tim?’ preguntó después.
‘Nah, it’s all good, we’re just enjoying the moment,’ de verdad no creo que vaya a ser dramático.
‘See you later,’ le dije a K en la estación, le di un abrazo y me fui sintiendo que la veo en tres semanas. Más tarde ese día me despedí del team de hockey; como en todo equipo, me llegó desdpedirme de algunas, de otras para nada. Me queda despedirme de un par de personas, las más cercanas. Quiero hacerme la que me duele irme porque de verdad no quiero irme, pero no puedo ni fingir lágrimas de cocodrilo.

El fin de semana me voy de acá, me parece increíble. El tiempo voló, y no puedo creer que tan pronto los voy a ver; sólo quedan unas paradas antes de Buenos Aires. Gracias por haberme leído y acompañado todos estos meses, los sentí muy cerca a todos.
Si puedo, vuelvo a escribir antes de partir, y sino nos encontraremos la semana que viene desde donde sea estemos con Jeni.

Monday, May 31, 2010

Invicta

Mi último partido de hockey fue contra el equipo que nos seguía en la tabla (íbamos primeras). Llegamos a la universidad y las contrarias ya estaban entrando en calor; eran lo más parecido a jugadoras que vi en todo este año. 'Hey Vic, you’ll be captain today,' me dijo T, que reemplazó al entrenador que brilló por su ausencia. Protesté porque no sabía qué decir cuando estuviéramos enfrente del otro equipo para hacer el sorteo pero no me quedó otra que entrar corriendo primera a lo largo de la línea de mitad de cancha. Pregunté el cantito, lo dije, mi team contestó y a jugar.

Al rato que empezó el partido, vi que detrás de la reja estaban Santi y Tincho (otro argentino que está acá por unos días). Llegó el entretiempo, yo no había hecho nada positivo. Fui a saludar a los chicos: 'Andá, meté gol y vení a festejar con los pibes, eh,' me dijo Tincho. Ojalá. De lejos saludé a Tim, que estaba con el resto del grupo alentando a nuestro no muy habilidoso equipo.


Al toque que empezó el segundo tiempo nos metieron un gol. Como es costumbre, mis compañeras ni mú y yo cada vez de peor humor hasta que decidí divertirme y me relajé. De casualidad, la bocha quedó boyando en el área después de un corner corto y, con otra cuota de suerte, metí gol. Pensé en ir a festejar con Santi y Tincho pero los chicos se habían sentado en una colinita y con mi estado físico hubiera necesitado una aerosilla para subirla, así los saludé cual idola del deporte desde el field. Saque de mitad de cancha y terminó el partido. No ganamos pero yo terminé contenta y el equipo sigue invicto.

Mientras las chicas me 'cantaron' unas cheers en un círculo, yo sonreí y agradecí; una de mis más amigas se alejó, tapándose la cara. Fui a ver a Lucy, la abracé unos segundos hasta que dejó de llorar y la solté. '..don’t want you to go yet.'
Yo tampoco.

'Hey hey, Vicstar,' Timmy me abrazó, me dio un beso y se empezó a reir. Me contó que justo cuando se dio vuelta para ofrecer cerveza al resto de los chicos oyó un bang y gritos de gol. 'I swear it was the only moment I took my eyes off you.' Claro que no me enojé porque no me vio y, además, con la forma en la que me miraba no había manera que me pudiera hacer la ofendida.


Le dije a Tim que me iba a comer con las chicas; ok, te llamo más tarde, dijo. Después de un almuerzo light, Lucy, Becks y yo fuimos al suburb donde están los restaurantes italianos y españoles. Nos sentamos en una de las mesas en la vereda, debajo de una estufa, a disfrutar de los churros con chocolate y dulce de leche. Les estaba comentando a mi amigas que todo esto con Tim no es nada, que sólo pasamos un rato juntos, que obviamente no mencionamos el futuro porque no hay nada de qué hablar, cuando recibí un mensaje y entonces dejé de explicar la situación. Terminé de leer y apoyé el teléfono en la mesa. Las dos me estaban mirando, 'What was that?' Nada, mensaje de Timmy, a ver si nos vemos después. Se reían, pregunté el chiste así nos reimos todas. 'I don’t want to say I told you so in a couple of days, but I think I will,' dijo Lucy.
'What are you talking about?' Oviamente me había perdido de algo.
'You should've seen your face.'
'English, por favor.'
'...when you where reading...'

Respondí el mensaje, no dejamos ni una gota de grasa en los platos y hacia South Melbourne partí. Bajé unas paradas antes de lo habitual y caminé hasta lo de Tim.
A la mañana siguiente, mientras este chico musicalizaba el desayuno tocando la guitarra me acordé de Lucy y entendí lo que me había dicho. Pensé que por ahí tenía razón. Más tarde la ví y no le dije nada. No por orgullosa porque es una pavada, sino porque soy mala perdedora.


Monday, May 24, 2010

Pecho frío

Los días que estuvimos en la cueva del terror (i.e. Bendigo), las chicas hicieron una lista de todo lo que tengo que hacer antes de partir. The List me lleva a bares escondidos (Melbourne está llena de lugares “secretos”), a probar comida que no me tienta y, entre otras cosas, me indica que tengo que probar una galletita pero cuando en el supermercado veo que también viene con double choc coating decido que es una picardía y compro el paquete entero y me lo bajo en 20 minutos. El ítem tildado el viernes fue ir a ver un partido de AFL.

El año pasado les conté de la experiencia de la Grand Final del fútbol australiano (que vi por tele y en realidad ver no vi casi nada). Esta vez el partido era entre Collingwood y Geelong (campeones 2009) en el MCG. Durante la semana, mail vino, mail fue para arreglar el programa, y como tardamos, conseguimos asientos tres filas debajo de la última, allá arriba, a kilómetros del nivel del mar.

Estos partidos duran cuatro tiempos de más de 20 minutos cada uno. Este encuentro debe haber sido uno de los peores de la historia. Cerrado, ni una jugada buena, pocos goles (cada equipo tiene tres arcos donde meter la pelotita y aún así, sumaron de a muy poco). Del grupo que fuimos, sólo uno de los chicos es de Collingwood (Jono, novio de Becks); él vistió su camiseta y me prestó una bufanda que me vino bárbaro porque estaba un poco fresco. Yo estaba sentada entre Becky y Timmy. Inclinándome hacia la derecha e izquierda pasé todo el partido, hablando con estos dos. Con mi amiga, nos aburrimos bastante rápido del partido y enseguida tratamos todos los temas que nos harán resolver los problemas mundiales; Timmy me contaba del partido y comparaba esa noche con su experiencia cuando fue a la Bombonera a ver Boca-Rosario.
Adelante y atrás, hinchas de Geelong y Collingwood, todos mezclados. No se escuchó una canción en toda la noche, cada uno aplaudía con más entusiasmo a su equipo, pero si el contrario hacía un buen pase también reconocían la habilidad del rival con un aplausito.
Cuarto y último tiempo, Geelong estaba de fiesta, hacía lo que quería, se alejaba en el marcador…quedaban unos cinco minutos. ‘In two minutes people will start to leave,’ me dijo Timmy. Dicho y hecho. De las más de 88 mil personas que habían inicialmente, habrán quedado 40 mil, no exagero. No querían salir antes para llegar a los autos o salir con mayor facilidad, se iban porque estaban indignados con su equipo.
Bajamos los cuarenta mil escalones, salimos del estadio y nos volvimos a encontrar con el resto de nuestro team. Timmy empezó a contar, muerto de risa, que durante toda la salida de la cancha la gente se había burlado de mi. Su risa me tentaba pero el cuentito no me causaba nada de gracia. ¿De qué se reían? Los idiotas me decían cosas porque yo “era” de Collingwood y habíamos perdido. Enfrente mío estaba Jono, casi no podía respirar de lo cerrada que tenía su campera. Resulta que yo era la única que aún mostraba su bufandita del equipo perdedor, todos los demás se habían tapado o sacado todo indicio de pertenecer a Collingwood. ¡Qué aguante! Hacía frío, no me podía importar menos lo que me dijeran, me dejé la bufanda puesta y caminamos hasta la city, donde hicimos un petit bar crawl.

En el tercero, casi que me quedo sola en el medio de la calle. Todos habían entrado delante mío y el muchacho de la puerta me pidió ID. Tardó unos largos segundos en encontrar la fecha de nacimiento en la cédula y me miró con cara de “sabés que no te puedo dejar entrar”, y me empezó a hablar de Argentina. Se supone que si aparentás de menos de 25 años te tienen que pedir ID; cosa que me pasa a menudo (¡por suerte!) pero el problema es que no aceptan ninguna forma de ID internacional, solo pasaporte; así fue que un par de veces me perdí de entrar a lugares. En fin, hablando de fútbol el hombre este me dejo entrar. En esta terraza, donde abundaban las estufas esas altas y los hombres fumando habano, tomamos unos tragos y después de un rato todos se quisieron ir a dormir. Salvo dos.

Nuevamente en la calle, decidimos un lugar donde seguir y nos despedimos del resto. Empezamos a caminar y un brazo de repente apareció sobre mi hombro. Opa. ‘¿Estás bien?’ Preguntó.
‘Si, si. Todo bien,’ contesté. Temblaba.

No sé si será que estoy empezando a somatizar la partida, si me volví tan reacia al cariño que hasta mi cuerpo lo expresa, si el sábado después del partido tomé frío, si me contagié de alguno de los tantos virus que andan dando vueltas o qué me habrá causado este resfrío que no hay pastilla que me saque. Por lo pronto, sigo insistiendo con un poco más de cuddling; quizá sea el remedio que necesito para el frío.

Monday, May 17, 2010

Gone Baby Gone


Monday, May 3, 2010

K.O.

8.30 me levanto en una casa que no es la mía. Tengo resaca. Salgo del cuarto, Tyson corre hacia mí. Busco jugo en la heladera, no hay. Tomo agua. Una mañana como ésta nunca prepararía café pero como es de máquina no lo dudo. Llevo mi desayuno a la mesa del living, prendo la tele, no puedo hacer andar el sonido. Imagino las noticias.
Doblo las sábanas, agarro mis pertenencias, camino hasta la puerta y la abro para empezar a hacer las tres mil cosas que tengo planeadas. Tyson pasa entre mis piernas y se mete entre las plantas del front yard. Mi cuerpo tiene dificultad para moverse, le pido al perro que entre. Hago un esfuerzo sobrehumano y lo levanto, me doy vuelta, la puerta está cerrada. Decime que no se trabó. Voy a la puerta, está trabada. Dejo a Tyson en el piso. ¿Qué hago con vos? ¡Ya sé! Cata me dijo anoche que guardan una llave extra. ¿Dónde era? En un cajón, adentro.

Llamo a Cata para que se ría, mucho más no puede hacer. Salta el contestador. Agarro al perrito otra vez y empiezo a caminar hacia la parada del tram. Llego a la primera esquina y empieza a llover, el perro se mueve, quiere bajar. Te juro que por mi te bajaría pero no quiero perder a mis amigos; colaborá y quedate quieto. Camino con el perro en brazos las larguísimas cuadras de St Kilda y espero durante los eternos semáforos. Me duelen los brazos.
Llego a la parada del tram, el conductor me hace señas de que no. Voy a la ventanilla y le digo que es chiquito, que no lo suelto, que son solo unas seis paradas. No le alcanza con decirme que no, me relata las normas del bendito medio de transporte. Matate.
Me paro en la esquina. Levanto el brazo seguido, cada vez que pasa un taxi. Uno tras otro siguen de largo. Me siento. ¿Qué hago? No estoy a walking distance. Llamo a S, que deje de hacer lo que esté haciendo y me busque, en auto son cinco minutos.
‘Hi, are you very very busy?’
‘I´m in Brighton at the moment.’ ¿Y? Brighton es a la misma distancia que casa de donde estoy y no me estás diciendo si estás ocupado. ‘Are you caught out…?’ pregunta.
‘Yes.’
‘...Sorry.’

Tipo solidario.

Sopla el vieno, la lluvia no para, hace frío. Ya pasaron 45 minutos. Quiero llorar.
Me vuelvo a parar en la esquina, un taxi para y yo agradezco al universo pero también pido que maneje rápido porque solo tengo 10 dólares cash. Uh! Cata me había contado que Tyson vomita en los autos. Perrito lindo, le digo mientras lo acaricio, es un viaje derecho y corto, aguantá. Safe trip por $9,30.

Entramos a casa, Tyson corre a mi cuarto y no sólo se echa el cago de su vida sino que está descompuesto. Voy a buscar los productos de limpieza y mientras tanto, deja una laguna en el pasillo. Lili y Freddy se acercan para conocerlo pero Tyson tiene miedo y se esconde en el baño, donde vuelve a mear. Termino de limpiar mi cuarto, el pasillo y el baño, y encuentro que había dejado más regalitos en el living y en la cocina. ¿En qué momento?

Ya es el medio día, salgo para la city. Necesito un grabador de voz. Había visto en internet algunos baratos, en los tres negocios a los que entro los precios no bajan de 100. No way. Necesito un jogging, aprovecho que estoy enfrente de un chopin. Uno más feo que el otro. Voy a la news agency donde me voy a encontrar con un hombre para un trabajo de la facultad. No está, me dan un mensaje pidiendo disculpas, si puedo pasar mañana.
Hoy a la noche me doy panzada de sushi, decido. Elijo mis bandejas, me dice cuánto es y le doy mi tarjeta.
‘Sorry, only cash.’
Es el único lugar donde no aceptan débito. ‘La concha de tu madre.’
‘Pardon?’
‘Nothing.’
‘There’s an ATM right there.’
Me vuelvo a casa, si llego a comprar sushi seguro que está feo y me intoxico.

Los tres perros son un poco más amigos que cuando los dejé hace tres horas. Sopa me cuenta que Tyson siguió meando non-stop pero no se queja. (Lo único que faltaba, después de todo el trabajo que nos dio Lili.) ‘By the way,’ dice S, ‘I think we have unwelcomed housemates.’ Comenta que no podemos poner pastillas por Freddy y Lili. Dejá, que nos invadan las lauchas, todo bien.

Cata viene a buscar a su cachogo y quedamos en hablar al otro día para ir a desayunar. No pasaron 12 horas desde que me levanté pero me voy a dormir, necesito que termine este día.


Monday, April 26, 2010

Navidad en abril

'We’re having a Christmas party at my place. You must come,' me dijo Becky. Esto no fue en diciembre sino la semana pasada.
'We’re in April, why would you have a Christmas celebration?' pregunté. Empezó a relatar algo que pasó durante el road trip que hizo con sus amigos hasta Brisbane durante la verdadera Navidad pero se tentó y no entendí la parte más importante. Tampoco me generó tanta intriga. Le dije que iba, que esta vez no había chance de que me acerque a los shots (gracias a esta gente pase el peor hangover de mi vida después de Australia Day).


Como siempre, todo estuvo meticulosamente organizado. Se dividieron tareas para los preparativos, se sorteó el Chris Kringle y alguien hasta sugirió un elegante dress code que por suerte fue boicoteado en el grupo de Facebook.

'So this is Christmas, and what have you done...' cantaba Lennon de fondo. Una mesa cuadrada, velas, plantas navideñas (no me acuerdo los nombres), y vino para muchas más personas que las que había sentadas en la mesa. De las 12 personas, diez se conocen desde su llegada a Melbourne (todos de diferentes partes de Victoria); compartieron el mismo College (residencia). La charla giraba en torno a sus años dorados, recordando personajes y anécdotas.

Por fin llegó Santa. La chica a la que yo le había comprado no fue, y como cayó otro flaco a último momento, ligó el mío. El lápiz de labios rojo era justo lo que estaba necesitando. Lástima hermano, hubieras avisado antes que venías. Me regalaron un koala. 'Christmas is not about the present but about giving,' me escribieron en el mail donde me indicaban mi CH K. Yo estaba chocha con mi regalo. El simpático peluche tiene una bandera australiana y será lo único australiano que vuelva conmigo a Buenos Aires. No sé porque se me ocurrió nombrarlo, así que le pedí a Tim, que estaba al lado mío, que me ayude. Repasamos los típicos nombres locales (Davo, Jono, no me acuerdo mas ahora). El nombre Sam había sonado fuerte por su protagonismo durante los incendios del año pasado, pero como el pobre murió, nos quedamos con Keith.
Seguía corriendo la noche, el vino, y mi conversación con Tim. Este chico, el año pasado estuvo en Buenos Aires y tenía ganas de practicar su español y contarme todo lo que había visto. Y yo fui amorosa y le conté unas cuantas cosas que se perdió. 'I’m definitely going back, I loved it.' (Todos dicen lo mismo. Al menos saben dónde estamos en el mapa.)


De repente la noche terminó, habían pasado más que un par de horas. 'Happy new year,' nos despedimos en la puerta de esta casa en Brunswick. El año nuevo me sorprendió con una invitación para ver una película. Mientras veíamos 'Gooood Morning, Vietnam,' las agujas de mi reloj quisieron adelantarse. Miré a mi derecha y las detuve; todavía quedan unas semanas para disfrutar de Melbourne y todo lo que trajo este nuevo año.


Monday, April 19, 2010

Con corte argentino

Dos años atrás, cuando le comenté a una amiga y su entonces novio que había aplicado a universidades para venir a estudiar, él me contó que uno de sus mejores amigos estaba en Australia hacía unos meses pero que no sabía dónde. Unos días después, me escribió diciendo que vivía en Melbourne. Enseguida googlé cursos en esta ciudad, encontré uno que superaba a los que había mandado mis papeles y volví a enviar todos los formularios.

Mientras armábamos las valijas en Buenos Aires, le conté a la Peti que me había estado escribiendo con este chico, Pablo, y que probablemente me encontraría al llegar porque no sabía de nadie más que estuviera acá.
-Boluda total, te dicen a vos,- me dijo la Peti.
-¿Por?- pregunté.
-¿Te acordás que conocimos a Pablo hace unos veranos?-
-No, ni idea.-
-Melbourne te va a recibir muy bien. Ese flaco está más bueno que comer pollo con la mano.-


Después de hablarle a Pablo de Cata y Martín, su marido, y viceversa, arreglamos para hacer un asado en la casa de este matrimonio. Haremos dijo el mosquito. ¡Cómo disfruté de una cena entera hablando en castellano! Y la comida… ni hablar. El sólo hecho de comer con plato de madera y los tramontina a los que estamos acostumbrados casi que me hace emocionar.
Martín dice que odia estas parrillas a gas, que en cuanto pueda va a construir una “de verdad”... Ni idea, el asado le salió riquísimo (una vez más). Y como si no hubiera sido suficiente deleite, Cata había preparado una torta mejicana para el postre. Mientras lo servíamos en la cocina, le pregunté si de casualidad no tenía dulce de leche. Me dijo que no pero que había comprado un caramel que no estaba nada mal.
-¿Te animás a una cucharadita del pote como para probar?- Me preguntó mientras abría la lata.
-¿Si me animo? Nena, me bajo el pote entero, lo vas a tener que esconder.- El caramel fue el acompañante perfecto para mi bizcochuelo.
Pablo es celiaco y en su bowl había sólo helado de crema (triste al lado de lo que teníamos los demás). Debe extrañar estas cosas mucho más que yo, y espero que al día siguiente se haya sentido bien porque no resistió la tentación y robó una porcioncita.

Terminada la cena, mi amiga me preguntó si me había gustado la comida.
-¿Me estás cargando? Estuvo genial. No venía pensado mucho en esto la verdad, pero la cena me hizo extrañar un poco, eh.-
-Acá hacemos asados todo el tiempo, cuando quieras me avisás y venís.-
-Gracias, obvio que voy a seguir viniendo.-

Cuando nos íbamos, Martín dijo que no hay como los cortes argentinos. Yo seguía sin entender de asados, pero le dí la razón.

Monday, April 12, 2010

Hokey-Pokey Pro

La semana pasada recibí este mensaje de mi primo: Estoy mirando el torneo de Bells Beach...estas con tiempo para ir para alla? Pegate una vueltita que se ve que hay buenas olas!!!!
El pronóstico anunciaba lluvia para los tres días que quedaban del campeonato pero como son tan acertados como el sistema meteorológico argentino, hacia Bells partí, a ver el Rip Curl Pro.
En Torquay viven K (la hermana de S) y G, su marido. Gracias a un amigo de él, tenía pase para el VIP, todo muy top. No me equivoqué, no llovió. Tan tranquilo estuvo el clima que hasta las aguas estaban calmas. El mar era una laguna, con lo cual, la última round y la final fueron trasladadas a otra playa.

El capítulo de mi experiencia con un deporte tan local como es el surf será escrito en otra oportunidad. El año pasado, cuando fuimos con L y V al mismo torneo, llegamos media hora después de que el ganador tocó la campana de la victoria. Mucho no nos importó porque sabíamos que a la noche había fiesta. Lástima que nadie avisa que los únicos que salen esa noche son menores de 21 y que en Torquay hay solo tres taxis (que nunca ves y por eso te tenés que volver caminando el par de kilómetros hasta la casa).
Nada de fiesta en esta oportunidad, pensé antes de ir. Pero así como el mar calmo no me permitió ver a Kelly, Mick ni nadie, hubo otro cambio de planes. El cumpleaños número 70 del suegro de K fue el motivo de fiesta esta vez.

En dicho evento, estaban los tres hermanos de G con sus respectivos, los padres obviamente, algunos amigos del agasajado, y yo. Hace meses que los vengo viendo, así que ya conocía a casi todos. Uno de los hermanos de G es Charlie. ¿Recuerdan el evento Super X? Charlie me había invitado a navegar, y claro que quien escribe se ahogó en el muelle y al final nunca hicimos nada. Charlie llegó con su novia. Grrr. Típico. Histérica.
Más allá de eso, sonrisita en todo momento. Probablemente haya estado un poco desdibujada cuando la cuarta persona que no conocía me preguntó qué hago acá, por qué, qué quiero hacer cuando termine, si me gusta Australia… dos veces por semana alguien me hace este cuestionario (ya no incluyen qué cocino). Si se trata de gente que no voy a volver a ver (y no tenemos a nadie en común), invento. Voy alternando entre las tres o cuatro identidades que creé durante el año.

Pero volvamos a la fiesta. El señor que cumplía años sólo tuvo su minuto de fama luego de soplar las velitas, cuando dio su speech (aman dar discursos). El resto de la atención giró en torno al pequeño Will, único nieto/sobrino de la familia. Tiene más o menos un año y medio. Will y yo nos conocimos hace unos meses, y podría decir que nos habíamos comunicado bastante bien. Debería haber ido a visitarlo porque o se olvidó de mí o siempre le caí mal porque me hizo pasar un momento feo. Muy feo.
Algunos charlábamos en la cocina cuando la madre de Will se acercó con su hijo en brazos. 'Hi five, Will,' djo G. El pequeño sonrió, la madre lo acercó a G y chocaron sus manos. El que estaba al lado de G dijo 'Hi five, Will,' el pequeño sonrió, la madre lo acercó y chocaron sus manos. El que estaba al lado…
Faltaba cada vez menos para mi turno. 'Hi five, Will,' dije y produje una sonrisa muy falsa. El pendejo ni mu. Todos estallaron y yo sentí cómo mi cara tomó color en menos de un segundo.
Cuarenta minutos después se repitió exactamente la misma escena. Lo único que cambió fue el tono de las risas y mi blushing, quemaba esta vez.
Como si no hubiera sido suficiente, hubo una tercera vuelta de Hi fives. Will me miró, levantó la mano, yo hice lo mismo, la madre lo acercó y él la bajó. Osoooo. Un desubicado.


El baile empezó cuando todos estábamos en el living, después de comer la torta. 'You put your right foot in, you put your right foot out, you put your right foot in…' Will daba saltitos, se movía en círculos.
Pasé años con esta canción, 'and you shake it all about,' me encontré "cantando". La madre del chiquito me escuchó y después de que me dijera tres veces que me parara a bailar con Will me levanté. Ahora todos se van a enterar del terror que le tengo a los bebés, de lo poco que me quieren. Genial.

Agarré las manos de Will y encorvada, empecé: 'You put your left foot in, you put your left foot out…' No me dejes ahora. Vi una sonrisa. ¡Estaba contento! '…you do the Hokey-Pokey and you turn yourself around,' escuché su carcajada y me relajé. Entusiasmados, Will y yo pasamos por las manos, nariz, todo el cuerpo.

Hora de irnos, mi sonrisa fue sincera cuando lo fui a saludar. Solito levantó su mano y cuando hice lo mismo, Hi five! That’s what it’s all about.


Monday, April 5, 2010

Bendigo

Después de considerar varios destinos dentro de Victoria, Becky, Amy y yo decidimos ir a Bendigo porque ahí vive el novio de una de las chicas y así no gastaríamos en alojamiento. Acá el viernes y lunes son feriado para todos (pasan el del sábado al lunes) y mucha gente también tiene el martes off. Para nosotras, no era más que una escapada de fin de semana porque las tres teníamos planes para el domingo (ellas con sus novios, yo con la tesis).

Allá lejos y hace tiempo, Bendigo creció gracias a la fiebre de oro, y hoy es la cuarta ciudad más poblada de este estado. La mayoría de los edificios son de fines de 1800, principios de 1900; cada tanto aparece la construcción moderna de un banco y esculturas de artistas contemporáneos en las plazas. Esta ciudad queda a unos 130 kilómetros de Melbourne. Podés tardar una hora en tren o unas cuantas más s
i vas en auto y parás en algunas de las tantas wineries que hay en el camino.

No hice la ruta del vino en Mendoza y fui a muy pocas bodegas en mi vida. Las tres que visitamos el viernes no tienen nada que ver con lo que imaginaba. Entramos a la primera, que era un cuarto de no más de tres por cuatro, divida por una barra detrás de la cual había una señora de porte importante, pelo desprolijo y unos cuantos huecos donde deberían haber dientes. Amorosa la señora, eh. Nos dio de su cidra, las chicas le charlaron y seguimos ruta.
La llegada a la segunda parada estuvo cerca de ser el fin de nuestra aventura cuando Becky le dio con ganas a los cráteres que había en el camino de tierra. Este lugar era la parte de atrás de la casa de un matrimonio que vivió diez años en Buenos Aires y Tucumán, y ahora se dedica a hacer vino. Esta vez me tocó hablar a mí.
La tercera bodega era la más grande, más comercial. Aún así, desde la terraza que daba a un lago y el interminable verde, se veía la ropa en el tender. El vino más o menos, pero la bandeja de quesos riquísima (eran las 4pm, cualquier cosa hubiera sido rica).

Y la entrada a lo de Alan, el novio de Amy... He visto como viven muchos estudiantes acá y, en general, todas las casas son un desbole, los muebles son viejos y nada combina con nada; ni hablar de una planta. Pero esta casa es diferente. ¿Por dónde empezar? Es una casa antigua, de techo alto, y a pesar de los ventanales es oscura. Después de cruzar la puerta y pasar por encima de botas, zapatillas, bolsos y bolsas cual vayas para llegar al living, me encontré con una tabla encima de la chimenea que está llena de piedritas. (Para mí son piedritas, claro. Él es geólogo.) La mesa en el centro es la enorme caja del home theatre que acaba de salir; está llena de vasos sucios. Nunca pude ver la alfombra, está cubierta de pelusas…
Pasé por la cocina para ir al baño y de un cajón colgaba la bolsa de residuos, a la que entraban y salían hormigas en una línea que vaya a saber uno donde empieza. ‘Amy, do you want me to help you a bit here?’
Estoy lejos de ser obse, pero este grado de suciedad no va. Mi amiga me dijo que no hacía falta, que era el sistema que había creado Alan porque sino las hormigas entraban a la casa.


Llegó Alan y salimos a cenar. Del pub fuimos a otro bar, y de ahí al boliche de Bendigo. Mientras la gente llegaba al baile, los muchachos de la banda fueron tomando sus posiciones en el escenario. Todos los hombres en esta ciudad son bogans, según algunos. (Bogan indica clase baja, tipo de slang, educación, ropa, etc. Un estereotipo más.) Los chicos de la banda, con tatuajes, algún que otro arete, y mirada de chico malo, empezaron a tocar. Hay veces que what you see is not what you get. ‘Jesse’s Girl’ y ‘Mr Jones’ fueron cantados por todo el público, entre otros hits y el broche de oro fue ‘You’re The Voice.’ (Si un australiano no conoce esta canción pídanle el certificado de nacimiento.)


‘We're all someone's daughter
We're all someone's son
How long can we look at each other
Down the barrel of a gun?

We’re not gonna live in silence
We’re not gonna live in fear
Whoa oh oh…’


La gente estaba al palo.

Una vez en la casa, camino al baño con el cepillo de dientes en la mano me enteré que no andaba el lavatorio. A cepillarse los dientes a la cocina. Estaba oscuro, tenía sueño y no pensé mucho en la situación (de la que no tenía salida).


(Me da un poco de cosa criticar así. El flaco es un amor que nos recibió en la casa, pero no puedo entender cómo vive.)

A la mañana me desperté última, fui a hacer uso de la cocina-baño. La pequeña mesada desbordaba de platos y cubiertos sucios. Todo esto a milímetros de la pileta, donde descansaban los restos de dentífrico de alguno de los que pasó antes. No soporto ver pasta de dientes en un lavatorio, me da mucho asco, y que esto estuviera sucediendo en una cocina me empezó a dar arcadas. Agarré mis cosas y las empecé a llevar al auto. ‘Hey, there’s no rush. Let’s prepare brekky,’ me dijo Amy.
‘Why don’t we go out for breakfast?’

Terminó siendo uno de los fines de semana más caros desde que estoy aca. Mis ganas de huir de la casa me hicieron invitar el desayuno cuando las chicas se resistieron.

Regularé en la semana, me alimentaré de los pocos huevos que me quedan... no es tan grave. Al menos ya tengo mi baño con lavatorio en funcionamiento.

Tuesday, March 30, 2010

The Silver Rose

Más de diez veces por semana paso por el Arts Center. Esto queda al lado de la NGV (National Gallery of Victoria), justo antes de cruzar el Yarra River desde el sur de Melbourne. Durante todo el año hay espectáculos que incluyen opera, obras de teatro, exhibiciones, comedias y demás. Yo fui a ver ballet.

Mi entrada me llevó al segundo balcón; cerca del iluminador, a kilómetros de escenario pero veía perfecto. El programa me informó que se trataba de una historia de amor que no había resultado como la protagonista, la Marschallin, había imaginado. En dos oraciones: esto sucede cuando ella manda a su joven amante a entregar la silver rose (regalo tradicional a una prometida), en nombre de un Barón, a una hermosa mujer. El amante se enamora de la prometida, un periodista y una fotógrafa ayudan a que su unión prospere ante la adversidad; el Barón resultó tener otra mujer y tres hijos, y la Marschallin se quedó sola.

De haber tenido opciones, hubiera elegido algún clásico. Por otra parte, ver algo desconocido también es interesante y hasta ahí con la historia iba bien. En el primer acto pensé que era un dígalo con mímica. Las escenas duraron mucho más de lo necesario para contar lo que pasaba y la música (a cargo de la Orchestra Victoria), no me transmitía nada. Intervalo.


Segundo acto, la música seguía sin crear nada. Entraron en escena el periodista y la fotógrafa, vestidos con capas de cuero cual Neo y Trinity, se movieron como éstos personajes. El escenario estuvo lleno de bailarines durante unos minutos, por fin alguien bailó. Intervalo.

(Hasta ahí, lo único que me causaba algo era la rosa de metal enorme, ubicada delante del telón durante estos recesos.)

Tercer acto. A esta altura no me había ido porque tenía esperanzas de ver algo de baile. Dejaron lo mejor para el final. Esta fue la parte en la que le tendieron la trampa al barón, la parte cómica de la obra. La gente no paraba de reírse. 1) ¿Se pueden callar? 2) No es gracioso. Esto me pasa seguido: todos se ríen de lo que para mí es una estupidez, y cuando todos están callados yo me río a carcajadas. Pero no mirando ballet! No me había equivocado, lo mejor fue que el acto fue corto.

Quizá, esto sea producto de me ingorancia con respecto al ballet actual. Según el Sunday Herald Sun: "[the] choreography continues to evolve and reach new heights of artistry."

Quizá mis expectativas hayan estado un poco elevadas pero si alguien va a ver al Australian Ballet, espera ver ballet, ¿no? Mucho ballet. En este caso fue algo así como "no todo lo plateado es silver." If it makes any sense.

Prendieron las luces, casi que salí corriendo, crucé el río y terminé esta gran date con me, myself and I, con un riquísimo Mc Attack.

Tuesday, March 23, 2010

Penal

A las 7 am apagué el despertador. Estaba terminando de desayunar; me había levantado mucho antes por miedo a quedarme dormida. Miré el placard, consideré las pocas opciones disponibles, me vestí y salí con 30 minutos de más. No podía llegar tarde.
El bus de las 8.13 no pasó, tampoco apareció el de las 8.33. Finalmente, a las 8.53 me tomé al colectivo que me llevó hasta el eastern dodgy suburb. Era tarde.
Corrí tres cuadras, llegué despeinada. Recuperé la respiración mientras dejé la cartera y el reloj en la cinta que los llevó a ser escaneados. Pasé por debajo del detector de metales, agarré mis cosas y me paré en la cola para hablar con la Coordinator. Llegó mi turno: 'Hi, I’m an interpreter. I'm here for Sanchez's case.'
'Oh, that man was Sanchez. It will be in Court 1.'

En el mismo edificio moderno, a la izquierda se leen los números que indican la sala y a la derecha una larga fila de asientos y máquinas expendedoras de bebidas. Busqué a Sanchez en la puerta de la sala 1 pero no lo vi. Decidí entrar. Me acerqué a la puerta de vidrio y con nervios, la abrí. Abrí la segunda puerta y entré en la corte.

Imaginaba que en un caso penal habría jurado, jueces y abogados con pelucas; que habría un fiscal, un querellante, alguien además del juez y su secretaria. Como me habían dicho que el trabajo llevaría toda la mañana, asumí que el juicio ocuparía todo ese tiempo, escuchando a las partes, testigos, etc. La realidad no fue una película sino algo más parecido al escenario de Judge Judy. Había seis filas de sillas llenas de gente. Una vez que el juzgado era excused por el juez, la secretaria nombraba al siguiente, y éste(a) se acercaba junto a su abogado. Ningún caso duró más de diez minutos.

La puerta se abrió y cerró todo el tiempo. Cada vez que alguien entraba o salía, desde el centro, inclinaba su cabeza hacia Your Honor.
La mayoría de los casos eran por drink driving. El más perjudicado perdió el registro y recibió una advertencia de lo que le sucederá en caso de manejar. Siguieron los casos y Sanchez no aparecía. En la puerta decía Court 1 ¿se habrá equivocado la mujer? Esperé un poco más.

Llegó el turno de una pareja que era defendida por una abogada de unos 23 años. El policía le informó al juez los hechos y la abogada empezó: 'Your Honor this, Your Honor that…' El juez escuchó atento y no compró nada de lo que le quisieron vender. Estos ex-cónyuges tuvieron una discusión que terminó con él sacando un revólver. Él, ante el tribunal vestía un traje cuyos hombros le llegaban a los codos y los bolsillos le tocaban las rodillas. Él no hablaba y tímidamente pronunciaba 'Yes Your Honor' cuando el juez le preguntaba si entendía la gravedad de lo que hizo, cuando le comentó que la corte está 'tired of this unacceptble behavior.' La abogada siguió con su cuento de lo civilizados que son, acordaron que él asista a un curso para controlar su anger y llamaron al siguiente.


Sanchez entró a las 12, quedaban muy pocos casos. Cuando lo llamaron me senté detrás de él y de su intérprete. Ellos estaban parados frente al juez. Duró dos minutos. El hombre estaba ahí para pedir cambio de corte, el juez se la concedió y eso fue todo. La intérprete casi no tuvo que hablar, cuando Your Honor preguntó: ‘Do you understand?’ el tipo dijo que sí sin esperar que la mujer hiciera su trabajo.

Llegué a casa y llamé a la empresa que se había contactado conmigo para hacer de intérprete la semana siguiente. Les dije que sí, que podía hacerlo. Estaba chocha con poder hacer algo de lo que tanto había practicado en el laboratorio de la facultad. El hombre que me atendio me dijo: 'Oh, I'm sorry but you're not registered as an interpreter, it is a requirement.' Acá un traductor no es lo mismo que un intérprete.