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Tuesday, June 29, 2010

Ha Long Bay

De Luang Prabang volamos a otra selva: Hanoi. Cambiamos monjes y templos (salvo por el de la Literatura) por motos, más motos y bocinazos. Pero el relato de estos dos días en la capital de Vietnam quedará para otro momento, ahora les voy a contar un poco de lo que fueron nuestras horas en Ha Long Bay.

Nos buscó la mini van (una traffic) en The Drift, el hostel en el que estábamos en Hanoi. Fuimos sumando pasajeros en el camino, y una vez que no cabía ni un alfiler partimos hacia Ha Long City. Unas tres horas después, el guía habló, supusimos que nos estaba indicando cómo seguiría la mañana. Supusimos digo, porque todo lo que entendíamos era ‘du iu andestan? Okay? Yeah. … okay? Yeah.’ Nos dividieron en grupos, todos se fueron subiendo a los barquitos y nosotras, con nuestro grupo, una hora bajo el sol, esperando que nuestro capitán, vestido de punta en blanco, hiciera no sé qué con nuestros pasaportes para poder zarpar.

Empezamos con un almuerzo en el barco. La comida, riquísima. Una pena que en nuestra mesa, además de una pareja de españoles, había una china de unos 50 años que le sacó fotos a cuanto plato de comida le pusieron enfrente (incluyendo una naranja cortada, muy exótica la fruta aparentemente) que se reía de todo (y pueden imaginar que eso solo me generaba un poco de violencia) y siempre se le ocurría que tenía algo para decir cuando tenía la boca llena.

El primer día de esta excursión incluía además un paseo a unas cuevas ‘full of surprises, once you’re there you’ll understand why you came,’ pudimos entenderle al guía. Muy linda la cuevita, lo único bueno fue que la temperatura era un poco más baja que la ambiente y eso, es muchísimo en estas tierras. De vuelta en el barquito de madera, hora de nadar un poco.
La no tan valiente de mi amiga me hizo subir a lo que sería la terraza del barco (ni idea la palabra técnica). ‘Me va la adrenalina, dale tirémonos,’ decía excitada. Cruzó la baranda, volvió atrás, ‘mejor voy al salto intermedio, después vengo a este.’ Y se fue. Yo ya estaba del otro lado, y más por orgullo que por ganas, me tiré. ‘Ahhhh…’ vivísima que salté gritando, así la cantidad de agua que tragué. Obvio, Jenni nunca se tiró.

El capitán, que hacía rato no tenía ninguna función, se había quitado su impecable traje y se paseaba en shores. Uno de los marineritos, jamás estuvo vestido, siempre se acercó con una mirada desagradable y su panza al aire. Uno de los que no pudimos identificar sus tareas, cada tanto se daba una vuelta por el restó, prendía una larga pipa y le daba una seca a sus hierbas.

El cuarto era mínimo y los ventiladores (el aire acondicionado es un lujo que no nos acompaña a diario) sólo andaban un par de horas por día (por suerte durante la noche había electricidad). No había nada que hacer en el cuarto, a mi me daba una casi desesperante sensación de encierro. Nos quedamos en el deck (¿se llamará así la parte de arriba?) leyendo hasta la hora de la cena. Otra vez, comida muy rica y todos se fueron a dormir.
Ese día jugaba Argentina contra México y lo podíamos ver en el comedor. Faltaban más de cuatro horas y habíamos planeado quedarnos escribiendo, leyendo hasta que se hiciera la hora. Lo que no habíamos calculado, era que este lugar era el dormitorio del capitán, el guía, el cocinero, y los otros dos que no sabemos qué hacían ahí. Los muchachos corrieron las mesas, pusieron las sillas en fila, trajeron sábanas. Uno a uno se fueron quedando en cuero (tampoco es que estuvieron todo el día vestidos), en calzoncillos; se fueron acostando y como lo único que sentimos fue incomodidad, decidimos desearle lo mejor a nuestra selección y bajar a nuestro caluroso camarote.

En el piso de abajo nos encontramos con un intenso olor a cloaca. No podíamos ni acercarnos a la puerta de nuestro baño que se nos revolvía el estómago. Así de bien descansamos, y a las 6 y pico uno ya estaba encendiendo el motor, que estaba justo detrás de nuestra habitación. Ni idea para qué, porque estuvimos anclados unas cuantas horas más.
Todos fueron a hacer kayak menos nosotras, que preferimos quedarnos en el deck, derritiéndonos.
Emprendimos el regreso a Ha Long city; hubiéramos llegado más rápido caminando. Una vez que el capitán estuvo de punta en blanco otra vez, anclamos.

Otras tres horitas de vuelta a Hanoi, la espera para subirnos al “Open Bus” (no es abierto, sino que el pasaje es abierto), y las 18 horas en bondi con una pareja de vietnamitas durmiendo en el piso entre medio de nosotras (Jenni y yo en asientos al nivel del piso), y estos conductores que tienen la mano pegada a la bocina para llegar hasta donde estamos hoy, Hoi An.

3 comments:

Anonymous said...

Difícil imaginarlas con la baranda a cloaca...Menos mal que tenían el deck! Día largo hoy, cuatro horas después de haber llegado a Ezeiza salí con los 5 bultos. Deberías habilitarme a escribir mi experiencia aduanera acá...Lo merezco.
Beso enorme, Máder

Anonymous said...

jajaja lo mejor fue la violencia que generó la mujer al principio... no importa dónde estés, seguís siendo v daly
yahoo! llegaron bultos con libros!
nos vemos bro
ah, ganó arg., y jugamos el sábado contra alemania, ojalá lo puedan ver!

Anonymous said...

Viste que no miento cuando decia que hacia calor te lo tiran a baldazos, y los bocinazos son insoportables, lo mismo que los distintos olores pero esta es una experiencia increible. Las fotos de los barquitos son buenisimas. Besitos, Matilda

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