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Monday, May 24, 2010

Pecho frío

Los días que estuvimos en la cueva del terror (i.e. Bendigo), las chicas hicieron una lista de todo lo que tengo que hacer antes de partir. The List me lleva a bares escondidos (Melbourne está llena de lugares “secretos”), a probar comida que no me tienta y, entre otras cosas, me indica que tengo que probar una galletita pero cuando en el supermercado veo que también viene con double choc coating decido que es una picardía y compro el paquete entero y me lo bajo en 20 minutos. El ítem tildado el viernes fue ir a ver un partido de AFL.

El año pasado les conté de la experiencia de la Grand Final del fútbol australiano (que vi por tele y en realidad ver no vi casi nada). Esta vez el partido era entre Collingwood y Geelong (campeones 2009) en el MCG. Durante la semana, mail vino, mail fue para arreglar el programa, y como tardamos, conseguimos asientos tres filas debajo de la última, allá arriba, a kilómetros del nivel del mar.

Estos partidos duran cuatro tiempos de más de 20 minutos cada uno. Este encuentro debe haber sido uno de los peores de la historia. Cerrado, ni una jugada buena, pocos goles (cada equipo tiene tres arcos donde meter la pelotita y aún así, sumaron de a muy poco). Del grupo que fuimos, sólo uno de los chicos es de Collingwood (Jono, novio de Becks); él vistió su camiseta y me prestó una bufanda que me vino bárbaro porque estaba un poco fresco. Yo estaba sentada entre Becky y Timmy. Inclinándome hacia la derecha e izquierda pasé todo el partido, hablando con estos dos. Con mi amiga, nos aburrimos bastante rápido del partido y enseguida tratamos todos los temas que nos harán resolver los problemas mundiales; Timmy me contaba del partido y comparaba esa noche con su experiencia cuando fue a la Bombonera a ver Boca-Rosario.
Adelante y atrás, hinchas de Geelong y Collingwood, todos mezclados. No se escuchó una canción en toda la noche, cada uno aplaudía con más entusiasmo a su equipo, pero si el contrario hacía un buen pase también reconocían la habilidad del rival con un aplausito.
Cuarto y último tiempo, Geelong estaba de fiesta, hacía lo que quería, se alejaba en el marcador…quedaban unos cinco minutos. ‘In two minutes people will start to leave,’ me dijo Timmy. Dicho y hecho. De las más de 88 mil personas que habían inicialmente, habrán quedado 40 mil, no exagero. No querían salir antes para llegar a los autos o salir con mayor facilidad, se iban porque estaban indignados con su equipo.
Bajamos los cuarenta mil escalones, salimos del estadio y nos volvimos a encontrar con el resto de nuestro team. Timmy empezó a contar, muerto de risa, que durante toda la salida de la cancha la gente se había burlado de mi. Su risa me tentaba pero el cuentito no me causaba nada de gracia. ¿De qué se reían? Los idiotas me decían cosas porque yo “era” de Collingwood y habíamos perdido. Enfrente mío estaba Jono, casi no podía respirar de lo cerrada que tenía su campera. Resulta que yo era la única que aún mostraba su bufandita del equipo perdedor, todos los demás se habían tapado o sacado todo indicio de pertenecer a Collingwood. ¡Qué aguante! Hacía frío, no me podía importar menos lo que me dijeran, me dejé la bufanda puesta y caminamos hasta la city, donde hicimos un petit bar crawl.

En el tercero, casi que me quedo sola en el medio de la calle. Todos habían entrado delante mío y el muchacho de la puerta me pidió ID. Tardó unos largos segundos en encontrar la fecha de nacimiento en la cédula y me miró con cara de “sabés que no te puedo dejar entrar”, y me empezó a hablar de Argentina. Se supone que si aparentás de menos de 25 años te tienen que pedir ID; cosa que me pasa a menudo (¡por suerte!) pero el problema es que no aceptan ninguna forma de ID internacional, solo pasaporte; así fue que un par de veces me perdí de entrar a lugares. En fin, hablando de fútbol el hombre este me dejo entrar. En esta terraza, donde abundaban las estufas esas altas y los hombres fumando habano, tomamos unos tragos y después de un rato todos se quisieron ir a dormir. Salvo dos.

Nuevamente en la calle, decidimos un lugar donde seguir y nos despedimos del resto. Empezamos a caminar y un brazo de repente apareció sobre mi hombro. Opa. ‘¿Estás bien?’ Preguntó.
‘Si, si. Todo bien,’ contesté. Temblaba.

No sé si será que estoy empezando a somatizar la partida, si me volví tan reacia al cariño que hasta mi cuerpo lo expresa, si el sábado después del partido tomé frío, si me contagié de alguno de los tantos virus que andan dando vueltas o qué me habrá causado este resfrío que no hay pastilla que me saque. Por lo pronto, sigo insistiendo con un poco más de cuddling; quizá sea el remedio que necesito para el frío.

4 comments:

Anonymous said...

bien brothah, más vale tarde que nunca!!!

Anonymous said...

eso es todooooooo lo que vas a escribir???
contame mas perra
sol

VICU said...

claro daly, te quedaste cortísima. te propongo una versión xxx por mail para las muchachas!

V Lady said...

XXX
jajajaja genial!

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