Feeds RSS

Friday, June 18, 2010

Chiang Mai

Mientras espantábamos moscas durante el desayuno, considerábamos lo que nos divertía y no de una de las pocas cosas que podés hacer en Chiang Mai: un trekking de uno, dos o tres días que incluye elefantes, rafting y mucha selva. Desde que nos encontramos en el aeropuerto de Bangkok, Jenni y yo estamos tan alineadas que a pesar de que las mismas cuestiones nos hacían dudar, decidimos que valía la pena.

Chat (o algo así) fue nuestro guía, y una pareja de franceses (hereinafter, “Catwalk”), los otros dos que vinieron con nostras. Catwalk se subió a la pick up con sus terribles botas de trekking, pantalones caqui, y mochilas por explotar. Nuestra apariencia no tenía nada acorde a la situación, fuimos con lo que teníamos. Dos días antes, yo me había olvidado mis zapatillas en Bangkok (tampoco eran todo terreno), así que tenía dos opciones: mis ojotas modelo 2005 (a lo sumo les queda un mes de vida) o comprar algo en algún mercado. Recorrimos un par de markets y no podemos más que preguntarnos qué carajo se compra la gente cuando viene y te dice que paga sobre equipaje. Quizá sea que por los precios uno caiga en el comprar por comprar, o que después de ver tanto las mismas cosas, te empiezan a parecer lindas. Cuestión, solo nos compramos unas crocs, y con eso en mis pies, hicimos este trekking de dos días.

En el camino al Chang Mai Elephant Camp paramos en un market. Para variar, no vimos nada interesante salvo dos presas de algún animalito en una bolsa de plástico atadas a un alambre, atado a un disco, haciendo de ventilador para espantar las moscas de sus frescos productos. Por suerte me compré un hermoso impermeable verde que nunca abrí porque no llovió.
Almorzamos en un village en donde no había nada de nada. Nos dieron nuestra lunchbox: unos fideos envueltos en una hoja de banana. Partimos. Caminamos por la selva, subida, subida, subida, recto, subida, subida. Chat nos enseñó algo tan útil como es hacer TAC cuando ponés una hoja en tu mano y con otra la otra palma la golpeás, y flechas con unas hojas largas… Seguimos caminando, llegamos a una waterfall. Nunca crean cuando alguien les quiere vender una waterfall. Ya me pasó varias veces, son unas cascadas malísimas. De esta, al menos caía algo de agua, pero de haber sabido, no hubiéramos caminado todo eso para estar en ese arroyito.

Seguimos caminando bajo el intenso sol y nos acercamos a la fauna tailandesa: dos perros que nos siguieron gran parte del camino, una araña negra peluda, una serpiente muerta en el camino, gatos y gatitos sin ojos. Llegamos al campamento. El lugar estaba vacío salvo por los cuidadores de elefantes. (Dicen que por los problemas que hubo hace unas semanas el turismo bajó mucho y no sabemos si será verdad pero en Chang Mai casi no vimos gente.) Nos dieron un bungalow a nosotras, otro a Catwalk. A eso de las siete nos avisaron que estaban pasando el partido de Argentina así que lo fuimos a ver. Después de la victoria no quedaba mucho por hacer así que entre el mosquitero con agujeros que caía del techo y los sonidos de los insectos, caímos rendidas.

A la mañana bañamos a un elefante, luego paseamos en círculo en uno de ellos en un asiento con una barra de hierro atrás que hizo que el recorrido fuera un tanto incómodo. El hombre que “manejaba” al elefante se había lookeado para ocasión: sus jeans Diesel, chomba y sombrero rosa. Nos quisieron vender la foto arriba del animal, una lástima que se olvidaron de incluir al elefante en el cuadro. Un joven imprimió una foto de Jenni, se la regaló; después vimos que en la computadora estaba mirando la foto de esta morocha que está cautivando a los locales.
Desayuno y a caminar otra vez. Pasamos por otro village donde nos esperaba nuestra pickup; en ella había un yankee y una inglesa. La siguiente parte del turrr incluía rafting. Chaleco de niños para Jenni, cascos, la explicación de cómo sería la aventura y al agua. Nos clavamos en cuanta roca había, de rapids ni hablar. Cambio de transporte a unas balsas hechas de 15 cañas de bamboo. Un viejito nos llevó unos 500 metros y se acabó. Almuerzo y de vuelta a Mandala House.

Después de estos dos días Jenni y yo coincidimos en que esto no valía la pena. Hay tanto que queremos ver y hacer… por suerte la pasamos bárbaro entre nosotras, pensamos que si tenemos que recomendarlo, evitaríamos este lugar.

Hemos recorrido unos cuantos templos de Chiang Mai, hablado con monjes y acá debo frenar. Había cuatro monjes estudiando en una mesa, nosotras en otra y uno en un banco, el que nos hablaba. Otro pasó caminando, ‘this is Jennifer too,’ dijo el que nos hablaba.
‘Pero no hay monjes mujeres, ¿no?’ la ignorante V le preguntó a su compañera de viaje.
‘Creo que no.’ El/la otra Jennifer, de pelo corto con el andar de una mujer siguió su camino. Jenni preguntó: ‘is she a monk too?’
Risitas por lo bajo de los de la mesa vecina, miradas hacia sus cuadernos. El monje que quiere ser guía de turismo 'and be free' según sus propias palabras, nos dijo que no, no hay monjes mujeres.

…También hemos viajado en tuc tucs y autos rojos, probado comida local; nos fuimos a hacer masajes Thai y a recorrer el night market.

El viaje a nuestro próximo destino dura tres días. Mañana temprano salimos hacia Laos.

2 comments:

Anonymous said...

copadoooo amiga!! a seguir disfrutando!!
besotess enormes a las dos
ceci

Anonymous said...

que divertido bro!
igual, me fracasaste un poquito con el mail eh, pero bueno, te lo perdono

Post a Comment