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Saturday, June 26, 2010

Luang Prabang

Después de leer lo que escribí acerca de Chiang Mai, Nanny me mandó un mail y en referencia a las falls escribió: ‘…don't waste your time and energy any more … Enjoy your way to Laos and please skip the next falls.’

¿Qué hay en Luang Prabang además de templos, estatuas y estatuitas de Budda, y muchos escalones que te llevan a otros templos?
A las falls fuimos con Val y Orlando, en un tuc-tuc conducido por un lugareño. (Este hombre, al igual que mucha gente, tiene un lunar en la cara. Hasta ahí, todo normal. Lo que notamos en este lugar, es que de estos lunares salen pelos. Muchos pelos que no deben haber sido arrancados, cortados, nada, en sus vidas.) Habremos tardado una hora en hacer los 25 km hasta Kouang si.

Entramos al parque nacional, después de ver a los osos, Orlando me cedió el rol de guía que él no había cumplido tan bien el día anterior cuando caminamos, caminamos y caminamos toda Luang Prabang. Estando en el medio de una selva (o algo así), toda superficie era resbaladiza y yo ya estaba perdiendo energía en la concentración que debía ponerle a mis pasos. ‘To the top,’ decía un cartel entre una especie de bifurcación. ‘Right we go,’ dije decidida.
Empezamos a subir, todos en ojotas, el caminito parecía tener bastante pendiente, no había huellas. Cuando los chicos se dieron cuenta de que estábamos yendo por un camino que no era camino, era tarde. Era imposible volver atrás, si intentábamos bajar íbamos a estar en problemas. Así que seguimos escalando. Por suerte, Jenni y yo estábamos en pollera.
Recién a la noche le dije a Jenni que en un momento un cangrejo había caminado por su empeine. No sé como no lo sintió pero menos mal; pienso en esa posibilidad y no puedo llegar a un final feliz.
En fin, llegamos a la cima, enfilamos hacia la izquierda, buscando la bajada señalizada. Nunca la encontramos, pero al menos era la que usaba la gente. Nos habían hablado de un lugar secreto en algún lugar en estas waterfalls que aparentemente era increíble (nunca presté atención a estos datos y parece que el resto tampoco). Llegamos a la primera “pileta” por la que habíamos pasado al principio y ahí nos quedamos, necesitábamos meternos en el agua.
Imaginen que de fondo hay una cascada de no más de cinco metros que cae en una suerte de pileta en donde el agua apenas se mueve, tiene la profundidad necesaria para que cuand
o saltes de la soga que está atada al tronco a unos tres metros de altura no te la pongas contra el fondo del río. Pero también puede pasar que te la ponés contra el mismo tronco del que te tirás.
Los chicos estaban encantados, se agarraban de la soga cual tarzán y se tiraban una y otra vez; nosotras, un poco más de respeto. Jenni juntó coraje y se mandó. Escaló los dos troncos que la llevaron a la soga y después de varios segundos aferrada a la soga, se tiró. Lástima que una vez en el aire le dio miedo soltarse de la soga y cuando su fuerza la trajo de vuelta hacia el árbol… bloom!
Claro que ahí se soltó. Una vez que su cabecita apareció en la superficie y ví que estaba bien no pude más que estallar; Val y Orlando me siguieron, y la ágil protagonista casi que se sigue riendo.
Mientras terminábamos nuestras húmedas Oreos apareció un grupo de japoneses.
‘¿Qué hacés? ¿De qué te escondés?’ Me preguntó Jenni cuando me puse atrás de ella.
‘Nos están sacando fotos, vos quedate quietita que no estoy en mi mejor momento.’
Sin disimular, los tipos nos empezaron a fotografiar. Nosotras teníamos un par de cámaras apuntándonos y los chicos otras tantas. Uno de ellos se animó y nos pidió una foto grupal. Nos pusimos con dos de estos personajes y uno sacó con cada una de sus máquinas.
Al terminar la sesión, Val dijo, ‘You’ll arrive in Tokyo and find your picture all over the city.’

Y a ver a los tigres. Seguimos el impreciso mapa (parece que hay un problema con los mapas y las escalas por estos pagos) y llegamos a la jaula. Parecía vacía. En la puerta había una nota pidiendo disculpas por la ausencia del animal, falleció en 2008.

El hombre del lunar y sus pelos nos llevó de vuelta. Nos había estado esperando todo el tiempo, con el resto de los conductores; mejor no enterarse haciendo qué. A mitad de camino paró el camioncito azul y se bajó. ‘Toilet,’ dijo riéndose. Se escondió detrás de los arbustos y volvió. Seguimos bajando la montañita con el motor apagado. Tuve miedo.

Sanos y salvos en Luang Prabang, seguimos viendo templos y monjes; no vimos Argentina-Grecia porque lo pasaban a eso de la 1.30 y estábamos destruidas; un día de pileta y cartas; cena en el night market; nos despedimos de nuestros compañeros por estos cinco días y volamos a Vietnam.

2 comments:

Anonymous said...

copadooo, que lugarrrr!!!!!
muchas aventurassssss
te quierooo
la peti

Anonymous said...

jajajaja demasiado para comentar para un solo post; buenísimas las fotos
buenísimo orlando
see you in the uk!

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