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Tuesday, March 30, 2010

The Silver Rose

Más de diez veces por semana paso por el Arts Center. Esto queda al lado de la NGV (National Gallery of Victoria), justo antes de cruzar el Yarra River desde el sur de Melbourne. Durante todo el año hay espectáculos que incluyen opera, obras de teatro, exhibiciones, comedias y demás. Yo fui a ver ballet.

Mi entrada me llevó al segundo balcón; cerca del iluminador, a kilómetros de escenario pero veía perfecto. El programa me informó que se trataba de una historia de amor que no había resultado como la protagonista, la Marschallin, había imaginado. En dos oraciones: esto sucede cuando ella manda a su joven amante a entregar la silver rose (regalo tradicional a una prometida), en nombre de un Barón, a una hermosa mujer. El amante se enamora de la prometida, un periodista y una fotógrafa ayudan a que su unión prospere ante la adversidad; el Barón resultó tener otra mujer y tres hijos, y la Marschallin se quedó sola.

De haber tenido opciones, hubiera elegido algún clásico. Por otra parte, ver algo desconocido también es interesante y hasta ahí con la historia iba bien. En el primer acto pensé que era un dígalo con mímica. Las escenas duraron mucho más de lo necesario para contar lo que pasaba y la música (a cargo de la Orchestra Victoria), no me transmitía nada. Intervalo.


Segundo acto, la música seguía sin crear nada. Entraron en escena el periodista y la fotógrafa, vestidos con capas de cuero cual Neo y Trinity, se movieron como éstos personajes. El escenario estuvo lleno de bailarines durante unos minutos, por fin alguien bailó. Intervalo.

(Hasta ahí, lo único que me causaba algo era la rosa de metal enorme, ubicada delante del telón durante estos recesos.)

Tercer acto. A esta altura no me había ido porque tenía esperanzas de ver algo de baile. Dejaron lo mejor para el final. Esta fue la parte en la que le tendieron la trampa al barón, la parte cómica de la obra. La gente no paraba de reírse. 1) ¿Se pueden callar? 2) No es gracioso. Esto me pasa seguido: todos se ríen de lo que para mí es una estupidez, y cuando todos están callados yo me río a carcajadas. Pero no mirando ballet! No me había equivocado, lo mejor fue que el acto fue corto.

Quizá, esto sea producto de me ingorancia con respecto al ballet actual. Según el Sunday Herald Sun: "[the] choreography continues to evolve and reach new heights of artistry."

Quizá mis expectativas hayan estado un poco elevadas pero si alguien va a ver al Australian Ballet, espera ver ballet, ¿no? Mucho ballet. En este caso fue algo así como "no todo lo plateado es silver." If it makes any sense.

Prendieron las luces, casi que salí corriendo, crucé el río y terminé esta gran date con me, myself and I, con un riquísimo Mc Attack.

Tuesday, March 23, 2010

Penal

A las 7 am apagué el despertador. Estaba terminando de desayunar; me había levantado mucho antes por miedo a quedarme dormida. Miré el placard, consideré las pocas opciones disponibles, me vestí y salí con 30 minutos de más. No podía llegar tarde.
El bus de las 8.13 no pasó, tampoco apareció el de las 8.33. Finalmente, a las 8.53 me tomé al colectivo que me llevó hasta el eastern dodgy suburb. Era tarde.
Corrí tres cuadras, llegué despeinada. Recuperé la respiración mientras dejé la cartera y el reloj en la cinta que los llevó a ser escaneados. Pasé por debajo del detector de metales, agarré mis cosas y me paré en la cola para hablar con la Coordinator. Llegó mi turno: 'Hi, I’m an interpreter. I'm here for Sanchez's case.'
'Oh, that man was Sanchez. It will be in Court 1.'

En el mismo edificio moderno, a la izquierda se leen los números que indican la sala y a la derecha una larga fila de asientos y máquinas expendedoras de bebidas. Busqué a Sanchez en la puerta de la sala 1 pero no lo vi. Decidí entrar. Me acerqué a la puerta de vidrio y con nervios, la abrí. Abrí la segunda puerta y entré en la corte.

Imaginaba que en un caso penal habría jurado, jueces y abogados con pelucas; que habría un fiscal, un querellante, alguien además del juez y su secretaria. Como me habían dicho que el trabajo llevaría toda la mañana, asumí que el juicio ocuparía todo ese tiempo, escuchando a las partes, testigos, etc. La realidad no fue una película sino algo más parecido al escenario de Judge Judy. Había seis filas de sillas llenas de gente. Una vez que el juzgado era excused por el juez, la secretaria nombraba al siguiente, y éste(a) se acercaba junto a su abogado. Ningún caso duró más de diez minutos.

La puerta se abrió y cerró todo el tiempo. Cada vez que alguien entraba o salía, desde el centro, inclinaba su cabeza hacia Your Honor.
La mayoría de los casos eran por drink driving. El más perjudicado perdió el registro y recibió una advertencia de lo que le sucederá en caso de manejar. Siguieron los casos y Sanchez no aparecía. En la puerta decía Court 1 ¿se habrá equivocado la mujer? Esperé un poco más.

Llegó el turno de una pareja que era defendida por una abogada de unos 23 años. El policía le informó al juez los hechos y la abogada empezó: 'Your Honor this, Your Honor that…' El juez escuchó atento y no compró nada de lo que le quisieron vender. Estos ex-cónyuges tuvieron una discusión que terminó con él sacando un revólver. Él, ante el tribunal vestía un traje cuyos hombros le llegaban a los codos y los bolsillos le tocaban las rodillas. Él no hablaba y tímidamente pronunciaba 'Yes Your Honor' cuando el juez le preguntaba si entendía la gravedad de lo que hizo, cuando le comentó que la corte está 'tired of this unacceptble behavior.' La abogada siguió con su cuento de lo civilizados que son, acordaron que él asista a un curso para controlar su anger y llamaron al siguiente.


Sanchez entró a las 12, quedaban muy pocos casos. Cuando lo llamaron me senté detrás de él y de su intérprete. Ellos estaban parados frente al juez. Duró dos minutos. El hombre estaba ahí para pedir cambio de corte, el juez se la concedió y eso fue todo. La intérprete casi no tuvo que hablar, cuando Your Honor preguntó: ‘Do you understand?’ el tipo dijo que sí sin esperar que la mujer hiciera su trabajo.

Llegué a casa y llamé a la empresa que se había contactado conmigo para hacer de intérprete la semana siguiente. Les dije que sí, que podía hacerlo. Estaba chocha con poder hacer algo de lo que tanto había practicado en el laboratorio de la facultad. El hombre que me atendio me dijo: 'Oh, I'm sorry but you're not registered as an interpreter, it is a requirement.' Acá un traductor no es lo mismo que un intérprete.

Monday, March 15, 2010

Rutina

Dependiendo del día, el reloj me indica dónde tengo que estar solamente tres veces por semana. Una es la universidad, otra entrenamiento, y la tercera es con Rose. Un viaje en tram de quince minutos, otro de otros tantos, 83 mil cuadras a pie, y Rose me recibe sentada en su cuarto, al lado de su cama.

Antes de llegar a ella me registro en la hoja de ingresos, paso por dos puertas corredizas que abro con una tarjeta magnética, camino por el pasillo que tiene habitaciones a la izquierda y un jardín de invierno a la derecha donde nunca vi a nadie. A medida que camino, el olor que es una mezcla de esterilizantes, jabones, pañales y vaya a saber uno qué más, me ahoga y quiero dejar de respirar. En las puertas de las habitaciones hay fotos de quienes están adentro con carteles con una letra y número. Tengo que pasar por cinco hasta llegar a Rose, y siempre miro y encuentro lo mismo particularmente en una. Es P11. En realidad, antes de acercarme a esta puerta sé que está, porque unos pasos atrás empiezo a escucharla. Pienso en que no me gustaría llegar a estar así: en una cama casi al nivel del piso, siempre boca arriba con la boca abierta, haciendo sonidos. Me pregunto si le faltará mucho, cuál es el sentido.

Sigo y llego a lo de Rose. Entro y en la cama de enfrente está la misma señora también, mirando TV, escuchando música. Es chiquita y tiene anteojos grandes; está hundida en la almohada. Me sonríe cuando le digo ‘Hi’, transmite dulzura.

Rose está vestida con su chomba rosa y sus pantalones azules. Tiene el pelo impecable porque a la mañana la visitó la peluquera. En los pies, tiene sandalias y medias de nylon (cualquiera sea la estación). Se pone ansiosa y corre la mesa corrediza que tiene delante de ella. Le digo que se prepare, que ya vuelvo. Agarra su bolsito y nos vamos.

La llevo por el camino por el que entré y salimos del edificio. En todos estos meses, nunca tuvimos que suspender por el clima. Debe tener un ángel a parte porque no importa cuánto llovió dos minutos antes, a las 2 pm el cielo se calma y se vuelve a largar una hora después, cuando yo salgo.
Un poco de aire, casi siempre unos rayos de sol, y Rose que dice ‘Thank you, thank you.’ Llegamos al otro edificio y vamos por otro pasillo que en el medio tiene una gran vitrina con piernas, pies, brazos ortopédicos que no puedo mirar de lleno. Doblamos a la derecha, otro pasillo y llegamos al café.
Si hay algo que abunda en esta ciudad son las cafeterías. El café es riquísimo, disfruto de mis take-awaya lattes por donde ande. Como no podía ser de otro modo, el café de este lugar es intomable, así que Rose toma su té y come alguna porción de torta mientras yo hablo. Nos conocemos hace un año y las conversaciones han variado muy poco. Cada tema dura aproximadamente tres meses. Primero le conté de dónde soy y qué estoy haciendo acá, después dónde vivo acá y acerca de las vacaciones, ahora me pregunta si hablé con mi mamá desde que volvió a Argentina y me comenta lo lindo que fue conocerla.

Camino a la habitación pasamos por el kiosco y se compra la última revista (generalmente con Brangelina en la tapa). La dejo en la silla, me aprieta la mano y sonríe. Me dice que nos vemos la semana que viene, le digo que sí y me voy.

La rutina establece un orden pero por suerte ningún día es igual al de la semana anterior. Cada clase en la universidad aprendo algo de teoría, del mercado, de esta cultura, incluso de mí. En entrenamiento me divierto con mis amigas, me despejo un poco y con suerte presto un poco de atención a alguna jugada. Y con Rose… sinceramente no sé. Espero que sea una de esas cosas que con el tiempo pueda entender.

Monday, March 8, 2010

Freddy

Desde el regalo del collar (ver http://lady-downunder.blogspot.com/2010/01/aussie-santa.html), que S y Novia no se separan. Antes de conocerla me intrigaba cómo sería esta chica y por qué habría elegido semejante obsequio. La primera impresión me desconcertó aun más porque es amorosa, ubicada y tiene buen gusto para vestirse.
Unos minutos después de conocerla entendí todo. Eso creí en el momento. Novia, al igual que S con Lili, no anda sola por la vida.
Estábamos en la cocina y atrás de ella apareció algo que no había visto en mi vida. Novia lo alzó y nos presentó: ‘this is Freddy.’ De mi boca no salió una palabra pero mi cuerpito reaccionó y se acercó para acariciarlo. ‘Nooo!’ S saltó los tres metros que nos separaban y se puso en el medio. Me contó que muerde, que cuando Novia está cerca él es el rey y que mejor no te metas en su camino. Novia se fue al cuarto y le dije a S: ‘that was a bit exaggerated, that thing cannot hurt.’
‘You don’t want to try, trust me.’ Me mostró unos cuantos mordiscos en su mano y después de reírse de mi cara mentirosa de “qué lindo tu perrito”, me empezó a contar lo que pasa una vez que cierran la puerta del cuarto. ‘Hey hey hey, I don’t need that information.’




Freddy tiene cuatro años y conoce menos límites que Liliana. Freddy no ladra, emite un sonido ‘au, au’, bien agudo que es lo que haría una cruza entre una foca y una gaviota. Freddy está enojado con la vida, lo ves en su cara. Freddy es soberbio y camina con su cuello estirado; te estudia de cerca. Freddy tiene un mental disorder y se rumorea que le van a dar una dosis de Prozac.

En esta casa ahora somos cinco, mañana estoy sola, pasado estamos los cinco otra vez, y así pasan las semanas acá. Más lo veo, menos entiendo.

Monday, March 1, 2010

Primero

La noche anterior casi no dormís. El comienzo no te tiene nerviosa; estos últimos días estuviste despierta hasta entrado el medio día porteño y cuando el sueño te estaba por vencer Liliana tenía algo para decir. Estabas pasada de rosca y enrosque.

Como cualquier primer día de clases, la universidad está llena de gente en todos lados. Enseguida detectás a los nuevos: tienen sus mapas abiertos, miran hacia adelante, hacia el mapa, al costado, al mapa… no tienen idea para dónde tienen que ir. Hay mesas en todo el ‘patio’ central y a la entrada de cada edificio con estudiantes que te quieren vender libros usados, membrecía a alguna asociación, comida; están los que luchan por la igualdad y piden firmas para concession para el transporte o te piden apoyo para una ley que afecta a las bandas que tocan en vivo en bares o alguna marcha gay.

Llegás con un poco de ansiedad a la primera reunión con tu supervisor. Estuviste trabajando con el que te habían asignado los últimos siete meses pero se fue de leave y te derivaron a otro. Ya le mandaste lo que hiciste por mail y casi rezás porque no te pregunte si de verdad eso es todo lo que hiciste este tiempo. Respirás cuando te dice que es ‘promising’. Sabés que todo puede tomarse así pero te da tranquilidad y, sobre todo, ganas de seguir explotando lo que empezaste.

Entrás a la clase y ves caras conocidas alrededor tuyo. Justo antes de que empiece la clase entra él. El que no querías volver a ver por el papelón que hiciste un año atrás cuando tuvieron que presentar algo juntos y nunca entendiste de qué estabas hablando – y todos se dieron cuenta. Te sorprende lo cómoda que te sentís cuando te encontrás participando en clase y no perdés tiempo pensando si estará bien lo que querés decir.
En el recreo estás con él y tu compañera mejicana. Él probablemente no esté interesado en tus vacaciones pero se muestra amigable y confirmás, una vez más, de que los fantasmitas son todos tuyos.
La mejicana te comenta que se dio cuenta de que a partir de ahora, la mayoría de las cosas que haga en esta ciudad, serán las últimas. Le decís que venías pensando lo mismo y después de un breve silencio vuelven a clase. El calendario te muestra todo lo que tenés que hacer en los próximos meses y estás tan entusiasmada que anotás todo lo que vas a empezar a hacer esa misma noche.

Se termina tu tercer primer día de clases en Melbourne, volvés a tu casa y te tienta subir a la incesante calesita. Imaginás a tu abuela decirte 'first things come first' y te dormís con un objetivo: exprimir las once semanas que quedan.