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Monday, May 31, 2010

Invicta

Mi último partido de hockey fue contra el equipo que nos seguía en la tabla (íbamos primeras). Llegamos a la universidad y las contrarias ya estaban entrando en calor; eran lo más parecido a jugadoras que vi en todo este año. 'Hey Vic, you’ll be captain today,' me dijo T, que reemplazó al entrenador que brilló por su ausencia. Protesté porque no sabía qué decir cuando estuviéramos enfrente del otro equipo para hacer el sorteo pero no me quedó otra que entrar corriendo primera a lo largo de la línea de mitad de cancha. Pregunté el cantito, lo dije, mi team contestó y a jugar.

Al rato que empezó el partido, vi que detrás de la reja estaban Santi y Tincho (otro argentino que está acá por unos días). Llegó el entretiempo, yo no había hecho nada positivo. Fui a saludar a los chicos: 'Andá, meté gol y vení a festejar con los pibes, eh,' me dijo Tincho. Ojalá. De lejos saludé a Tim, que estaba con el resto del grupo alentando a nuestro no muy habilidoso equipo.


Al toque que empezó el segundo tiempo nos metieron un gol. Como es costumbre, mis compañeras ni mú y yo cada vez de peor humor hasta que decidí divertirme y me relajé. De casualidad, la bocha quedó boyando en el área después de un corner corto y, con otra cuota de suerte, metí gol. Pensé en ir a festejar con Santi y Tincho pero los chicos se habían sentado en una colinita y con mi estado físico hubiera necesitado una aerosilla para subirla, así los saludé cual idola del deporte desde el field. Saque de mitad de cancha y terminó el partido. No ganamos pero yo terminé contenta y el equipo sigue invicto.

Mientras las chicas me 'cantaron' unas cheers en un círculo, yo sonreí y agradecí; una de mis más amigas se alejó, tapándose la cara. Fui a ver a Lucy, la abracé unos segundos hasta que dejó de llorar y la solté. '..don’t want you to go yet.'
Yo tampoco.

'Hey hey, Vicstar,' Timmy me abrazó, me dio un beso y se empezó a reir. Me contó que justo cuando se dio vuelta para ofrecer cerveza al resto de los chicos oyó un bang y gritos de gol. 'I swear it was the only moment I took my eyes off you.' Claro que no me enojé porque no me vio y, además, con la forma en la que me miraba no había manera que me pudiera hacer la ofendida.


Le dije a Tim que me iba a comer con las chicas; ok, te llamo más tarde, dijo. Después de un almuerzo light, Lucy, Becks y yo fuimos al suburb donde están los restaurantes italianos y españoles. Nos sentamos en una de las mesas en la vereda, debajo de una estufa, a disfrutar de los churros con chocolate y dulce de leche. Les estaba comentando a mi amigas que todo esto con Tim no es nada, que sólo pasamos un rato juntos, que obviamente no mencionamos el futuro porque no hay nada de qué hablar, cuando recibí un mensaje y entonces dejé de explicar la situación. Terminé de leer y apoyé el teléfono en la mesa. Las dos me estaban mirando, 'What was that?' Nada, mensaje de Timmy, a ver si nos vemos después. Se reían, pregunté el chiste así nos reimos todas. 'I don’t want to say I told you so in a couple of days, but I think I will,' dijo Lucy.
'What are you talking about?' Oviamente me había perdido de algo.
'You should've seen your face.'
'English, por favor.'
'...when you where reading...'

Respondí el mensaje, no dejamos ni una gota de grasa en los platos y hacia South Melbourne partí. Bajé unas paradas antes de lo habitual y caminé hasta lo de Tim.
A la mañana siguiente, mientras este chico musicalizaba el desayuno tocando la guitarra me acordé de Lucy y entendí lo que me había dicho. Pensé que por ahí tenía razón. Más tarde la ví y no le dije nada. No por orgullosa porque es una pavada, sino porque soy mala perdedora.


Monday, May 24, 2010

Pecho frío

Los días que estuvimos en la cueva del terror (i.e. Bendigo), las chicas hicieron una lista de todo lo que tengo que hacer antes de partir. The List me lleva a bares escondidos (Melbourne está llena de lugares “secretos”), a probar comida que no me tienta y, entre otras cosas, me indica que tengo que probar una galletita pero cuando en el supermercado veo que también viene con double choc coating decido que es una picardía y compro el paquete entero y me lo bajo en 20 minutos. El ítem tildado el viernes fue ir a ver un partido de AFL.

El año pasado les conté de la experiencia de la Grand Final del fútbol australiano (que vi por tele y en realidad ver no vi casi nada). Esta vez el partido era entre Collingwood y Geelong (campeones 2009) en el MCG. Durante la semana, mail vino, mail fue para arreglar el programa, y como tardamos, conseguimos asientos tres filas debajo de la última, allá arriba, a kilómetros del nivel del mar.

Estos partidos duran cuatro tiempos de más de 20 minutos cada uno. Este encuentro debe haber sido uno de los peores de la historia. Cerrado, ni una jugada buena, pocos goles (cada equipo tiene tres arcos donde meter la pelotita y aún así, sumaron de a muy poco). Del grupo que fuimos, sólo uno de los chicos es de Collingwood (Jono, novio de Becks); él vistió su camiseta y me prestó una bufanda que me vino bárbaro porque estaba un poco fresco. Yo estaba sentada entre Becky y Timmy. Inclinándome hacia la derecha e izquierda pasé todo el partido, hablando con estos dos. Con mi amiga, nos aburrimos bastante rápido del partido y enseguida tratamos todos los temas que nos harán resolver los problemas mundiales; Timmy me contaba del partido y comparaba esa noche con su experiencia cuando fue a la Bombonera a ver Boca-Rosario.
Adelante y atrás, hinchas de Geelong y Collingwood, todos mezclados. No se escuchó una canción en toda la noche, cada uno aplaudía con más entusiasmo a su equipo, pero si el contrario hacía un buen pase también reconocían la habilidad del rival con un aplausito.
Cuarto y último tiempo, Geelong estaba de fiesta, hacía lo que quería, se alejaba en el marcador…quedaban unos cinco minutos. ‘In two minutes people will start to leave,’ me dijo Timmy. Dicho y hecho. De las más de 88 mil personas que habían inicialmente, habrán quedado 40 mil, no exagero. No querían salir antes para llegar a los autos o salir con mayor facilidad, se iban porque estaban indignados con su equipo.
Bajamos los cuarenta mil escalones, salimos del estadio y nos volvimos a encontrar con el resto de nuestro team. Timmy empezó a contar, muerto de risa, que durante toda la salida de la cancha la gente se había burlado de mi. Su risa me tentaba pero el cuentito no me causaba nada de gracia. ¿De qué se reían? Los idiotas me decían cosas porque yo “era” de Collingwood y habíamos perdido. Enfrente mío estaba Jono, casi no podía respirar de lo cerrada que tenía su campera. Resulta que yo era la única que aún mostraba su bufandita del equipo perdedor, todos los demás se habían tapado o sacado todo indicio de pertenecer a Collingwood. ¡Qué aguante! Hacía frío, no me podía importar menos lo que me dijeran, me dejé la bufanda puesta y caminamos hasta la city, donde hicimos un petit bar crawl.

En el tercero, casi que me quedo sola en el medio de la calle. Todos habían entrado delante mío y el muchacho de la puerta me pidió ID. Tardó unos largos segundos en encontrar la fecha de nacimiento en la cédula y me miró con cara de “sabés que no te puedo dejar entrar”, y me empezó a hablar de Argentina. Se supone que si aparentás de menos de 25 años te tienen que pedir ID; cosa que me pasa a menudo (¡por suerte!) pero el problema es que no aceptan ninguna forma de ID internacional, solo pasaporte; así fue que un par de veces me perdí de entrar a lugares. En fin, hablando de fútbol el hombre este me dejo entrar. En esta terraza, donde abundaban las estufas esas altas y los hombres fumando habano, tomamos unos tragos y después de un rato todos se quisieron ir a dormir. Salvo dos.

Nuevamente en la calle, decidimos un lugar donde seguir y nos despedimos del resto. Empezamos a caminar y un brazo de repente apareció sobre mi hombro. Opa. ‘¿Estás bien?’ Preguntó.
‘Si, si. Todo bien,’ contesté. Temblaba.

No sé si será que estoy empezando a somatizar la partida, si me volví tan reacia al cariño que hasta mi cuerpo lo expresa, si el sábado después del partido tomé frío, si me contagié de alguno de los tantos virus que andan dando vueltas o qué me habrá causado este resfrío que no hay pastilla que me saque. Por lo pronto, sigo insistiendo con un poco más de cuddling; quizá sea el remedio que necesito para el frío.

Monday, May 17, 2010

Gone Baby Gone


Monday, May 3, 2010

K.O.

8.30 me levanto en una casa que no es la mía. Tengo resaca. Salgo del cuarto, Tyson corre hacia mí. Busco jugo en la heladera, no hay. Tomo agua. Una mañana como ésta nunca prepararía café pero como es de máquina no lo dudo. Llevo mi desayuno a la mesa del living, prendo la tele, no puedo hacer andar el sonido. Imagino las noticias.
Doblo las sábanas, agarro mis pertenencias, camino hasta la puerta y la abro para empezar a hacer las tres mil cosas que tengo planeadas. Tyson pasa entre mis piernas y se mete entre las plantas del front yard. Mi cuerpo tiene dificultad para moverse, le pido al perro que entre. Hago un esfuerzo sobrehumano y lo levanto, me doy vuelta, la puerta está cerrada. Decime que no se trabó. Voy a la puerta, está trabada. Dejo a Tyson en el piso. ¿Qué hago con vos? ¡Ya sé! Cata me dijo anoche que guardan una llave extra. ¿Dónde era? En un cajón, adentro.

Llamo a Cata para que se ría, mucho más no puede hacer. Salta el contestador. Agarro al perrito otra vez y empiezo a caminar hacia la parada del tram. Llego a la primera esquina y empieza a llover, el perro se mueve, quiere bajar. Te juro que por mi te bajaría pero no quiero perder a mis amigos; colaborá y quedate quieto. Camino con el perro en brazos las larguísimas cuadras de St Kilda y espero durante los eternos semáforos. Me duelen los brazos.
Llego a la parada del tram, el conductor me hace señas de que no. Voy a la ventanilla y le digo que es chiquito, que no lo suelto, que son solo unas seis paradas. No le alcanza con decirme que no, me relata las normas del bendito medio de transporte. Matate.
Me paro en la esquina. Levanto el brazo seguido, cada vez que pasa un taxi. Uno tras otro siguen de largo. Me siento. ¿Qué hago? No estoy a walking distance. Llamo a S, que deje de hacer lo que esté haciendo y me busque, en auto son cinco minutos.
‘Hi, are you very very busy?’
‘I´m in Brighton at the moment.’ ¿Y? Brighton es a la misma distancia que casa de donde estoy y no me estás diciendo si estás ocupado. ‘Are you caught out…?’ pregunta.
‘Yes.’
‘...Sorry.’

Tipo solidario.

Sopla el vieno, la lluvia no para, hace frío. Ya pasaron 45 minutos. Quiero llorar.
Me vuelvo a parar en la esquina, un taxi para y yo agradezco al universo pero también pido que maneje rápido porque solo tengo 10 dólares cash. Uh! Cata me había contado que Tyson vomita en los autos. Perrito lindo, le digo mientras lo acaricio, es un viaje derecho y corto, aguantá. Safe trip por $9,30.

Entramos a casa, Tyson corre a mi cuarto y no sólo se echa el cago de su vida sino que está descompuesto. Voy a buscar los productos de limpieza y mientras tanto, deja una laguna en el pasillo. Lili y Freddy se acercan para conocerlo pero Tyson tiene miedo y se esconde en el baño, donde vuelve a mear. Termino de limpiar mi cuarto, el pasillo y el baño, y encuentro que había dejado más regalitos en el living y en la cocina. ¿En qué momento?

Ya es el medio día, salgo para la city. Necesito un grabador de voz. Había visto en internet algunos baratos, en los tres negocios a los que entro los precios no bajan de 100. No way. Necesito un jogging, aprovecho que estoy enfrente de un chopin. Uno más feo que el otro. Voy a la news agency donde me voy a encontrar con un hombre para un trabajo de la facultad. No está, me dan un mensaje pidiendo disculpas, si puedo pasar mañana.
Hoy a la noche me doy panzada de sushi, decido. Elijo mis bandejas, me dice cuánto es y le doy mi tarjeta.
‘Sorry, only cash.’
Es el único lugar donde no aceptan débito. ‘La concha de tu madre.’
‘Pardon?’
‘Nothing.’
‘There’s an ATM right there.’
Me vuelvo a casa, si llego a comprar sushi seguro que está feo y me intoxico.

Los tres perros son un poco más amigos que cuando los dejé hace tres horas. Sopa me cuenta que Tyson siguió meando non-stop pero no se queja. (Lo único que faltaba, después de todo el trabajo que nos dio Lili.) ‘By the way,’ dice S, ‘I think we have unwelcomed housemates.’ Comenta que no podemos poner pastillas por Freddy y Lili. Dejá, que nos invadan las lauchas, todo bien.

Cata viene a buscar a su cachogo y quedamos en hablar al otro día para ir a desayunar. No pasaron 12 horas desde que me levanté pero me voy a dormir, necesito que termine este día.