Feeds RSS

Tuesday, July 13, 2010

Camino al paraíso

Habíamos leído que los viajes en bus podían ser complicados. Por ejemplo, el tramo entre Laos y Vietnam había sido descripto como “de la muerte”. Nuestras experiencias en los bondis en Vietnam y Camboya, lejos de haber sido cómodas e inodoras, no fueron para nada terribles. Siempre salieron y llegaron a horario, aire acondicionado, en todos los tramos el servicio contó con un simpático aeromozo.

El último destino juntas era el sur de Tailandia, lugar que en mi mente se acercaba al paraíso.
17.40 llegamos a la agencia de viajes donde nos buscarían para salir hacia Phuket. El micro salía a las 18, parábamos a las 4 am en no sé dónde, cambiábamos de bondi, a las 9 am llegábamos a Phuket. La idea de levantarnos a las 4 am para cambiar de bondi no nos encantaba pero no era dramático y obviamente, no teníamos mucha voz en la cuestión.
18:00, sentadas en la agencia, nada. Un tipo nos vino a buscar a las 18.20 y nos hizo meter en un laberinto. Después de tres semanas nuestras mochilas están bastante más pesadas que cuando nos encontramos, cada paso requería esfuerzo y este tipo seguía y seguía; llegaba a la esquina y doblaba. Se metió en un hotel: ‘wait here.’ Volvió a los cinco minutos, ‘follow me.’ Más callejones con el piso mojado, cada dos pasos, dos resbalones.
‘Wait here,’ dijo otro hombre cuando llegamos a un restaurancito. Eran las 18.40 pm. ‘Sit, sit, please.’ Todos siempre quieren que te sientes, la mayoría te sonríe. Nos enteramos de que el micro salía a las 19.30 de la tarde. Jenni no estaba contenta.
El tiempo pasó despacio. No hicimos nada durante la espera; nos habían llevado ahí para que cenáramos. No way, José. ‘Bus is here,’ escuchamos. Jenni salió corriendo para asegurar asientos (no son numerados). Yo caminé tranquila, atrás. La tranquilidad me duró cuatro pasos, momento en el que se me vino una rata encima.
Subimos al bus, una tipita arriba nos indicó que nos sentáramos atrás. El asiento de Jenni no se reclinaba, nos fuimos para adelante. ‘Que me vengan a mover, eh,’ la morocha empezaba a arder.
El bondi arrancó y frenó a los cinco minutos. Algunos bajaron a fumar. ¡Chicos, acabamos de salir! La parada fue mucho más larga que los típicos diez minutos, el vehículo mostraba fallas.
Lo solucionaron, seguimos viaje.

Tres películas después, a eso de la 1.30 am paramos en un galpón. Yo, que no estoy pudiendo saltear comidas, bajé. Mi compañera se quedó durmiendo. Volvimos a subir, nos dijeron que a las 6 am hacíamos el cambio de micro. El escocés, el irlandés y el inglés que estaban dos filas adelante nuestro tomando cerveza desde antes de salir, estaban de fiesta. No paraban de hablar.

Me desperté a las 6 am, miré por la ventana. Estábamos en un pueblo, el bondi parado en medio de una avenida, de manera perpendicular. Cuando el conductor estaba haciendo el giro en U algo falló y ahí nos quedamos. Una hora después, ahí seguíamos.
Vino una pick up a buscarnos. El que conducía este vehículo vestía un delantal floreado, era el cocinero del restaurancito adonde iríamos a desayunar. Llamaron a los que iban hacia Phuket, éramos nosotras solas, nos pegaron un sticker en la remera: un cuadrado rojo. Salimos otra vez en la pickup. A los 600 metros Jenni se dio cuenta de que se había olvidado su objeto más preciado: el sombrero. ‘Stop! Stop!’ Imposible explicarle al chofer que había que volver, tuvo que llamar a su jefe para que hiciera de intérprete. Mi colega tuvo el tupé de putearme.
Una chica del restaurancito se aproximó a nosotros en moto, sombrero recuperado. El hombre nos dejó en una agencia de viajes donde había unos cuantos turistas más esperando salir hacia Phuket y Patong (playa cerca de Phuket).
Nos dijeron que salíamos a las 8.30. Eran las 8. Sentadas en la vereda, esperamos.
Nos llamaron para que entremos a la oficina. Nos sacaron nuestro pasaje (el sticker), y nos ofrecieron salir hacia Patong, sólo había que pagar 250 baht más (unos 7 u 8 dólares). ‘Ni locas, eh. A estos no les doy un centavo más,’ yo también estaba un poco alterada. Thanks but no thanks, y nos dieron nuestro nuevo pasaje, otro sticker: Phuket escrito a mano. Nos dijeron que en realidad el micro salía a las 9.30. Sentadas en la vereda, esperamos.
Se llenó el bondi a Patong. Los cinco gatos locos que quedábamos esperando debemos haber causado pena (o no), nos hicieron subir al mismo bondi. (En realidad, eso pensó Jenni, para mí siempre íbamos todos en el mismo, nos quisieron sacar más plata y no pudieron.)
Para no perder la costumbre, paramos cada cinco minutos, subía y bajaba gente. Cómo se deben reir de todos estos turistas cada vez que venden un pasaje. El viaje que debía ser de 15 horas duró 24.

Dos minutos antes de llegar Jenni se puso a hablar con un chico. A través de mi iPod podía escuchar poco, me contó cuando me saqué los auriculares. ‘Se va a una playa al sur, tiene alojamiento gratis, dijo que podemos ir con él pero no entendí si es gratis para nosotras, hablale un poco y fijate qué te parece.’
Le pregunté, era la casa del padre de un amigo. ‘We go with you,’ no había dudas.

El padre de la novia del amigo de este suizo no estaba, nos recibió su novia. Ya estamos acostumbradas a las parejas de viejo occidental y la pendeja thai, bastante triste.
Una tardecita en esta casa con pileta, cuarto de huéspedes para nosotras, una ducha como la gente.
La noche con este suizo, la chica thai de 22 años ‘drinking drinking drinking, party part pary,’ decía todo el tiempo; cambiaba su speech para contarnos que su novio era aburrido, que con él solo eran dos copas de tinto y a dormir… el regeton, el bar y los viajes en moto, son otra experiencia.

Al día siguiente, finalmente desembarcamos en Phi Phi.